febrero 26, 2014




Ellos (miles)
al otro lado de la alambrada
dijeron que estaban locos
que no pensaban las cosas
y saltaban al vacío
desesperados
muertos ya.

Ellos (cientos)
intentaban atravesar las concertinas
ensangrentados
con el paladar reseco y abierto
caían del otro lado
y ya prisioneros
se dejaban hacer
vencidos les recogían
les cubrían con mantas
les curaban las heridas.
Ni siquiera podían hablar
ni quejarse
ni llorar
miraban todo y nada
con sus ojos mansos
llenos de miedo pedían perdón
les daban agua y leche
y a los que sobrevivían
les mandaban de vuelta a su país.

Nuestras vidas se rozaron un instante.

María Jesús Silva

febrero 23, 2014





Casi un ruido o  el rastro de un ruido.  Quizás
arcilla, buque, embozo o temporal.   Tan
brusca  como el cuerno sin hueso de los
rinocerontes.   O tan morosa como una hebra
tensando el espacio invisible de los
márgenes – hebra en equilibrio – 



[piedra,cálamo:
 una 
granada/maraca/sonajero         

con ortigas rojas en su interior]



Una piel  lista para de-mudar, para evadir
sus leñosas formas y permitir la zarza.  Zarza
que sólo arde cuando miro. 



Carmen Crespo

febrero 20, 2014


                                                                                                                             


A Jorge Riechmann

Hay personas, supuestamente inocuas,
cuya respiración
es su respuesta más violenta.
Vienen de miedos anteriores
cuando todo se sofocaba.
Su experiencia de libertad
es limitada y epidérmica.

Sólo en contadas ocasiones
su dignidad, inerme,
sobrevive.
Suelen  tener un discreto
anhelo de infinito
y, a la vez,
una tibia conciencia de fracaso.

No son mero excipiente inofensivo,
no lo son su silencio
ni su acostumbrada obediencia.          

Podría dar algunos nombres,
aunque el rebaño crece
y su acre olor se extiende día a día;
pero está feo señalar.
Pongamos:
                              yo mismo.


José Pérez Carranque