El ser humano fluctúa entre el cielo y la tierra, entre el paraíso y el infiero; aun cuando lo poseen su sed y su encarnizado dolor, a veces alcanza palpar la faz del agua. Mientras vivimos la realidad en fuga, el vacío, esa indiferencia constante, la soledad que entre bocinazos de automóviles, campañas publicitarias y crónicas policiales va llenando la informidad de nuestras ciudades, mientras permanecemos en el espacio público, en ese tantas veces aterrador espacio de todos, de nadie, sentimos la urgencia de comprendernos. En medio de ese tiempo surge, como un abrupto silencio, la poesía como su expresión casi inaudible de esa piedad por todo lo perdido en el mundo.
Cuando imagino que la poesía es un canto de piedad, y cuando la fuerza de ese canto consigue atravesarme, devastar mi razón, siento una completad con lo que me rodea, con eso que está ahí tantas veces sin que nadie se detenga a mirarlo; la hierba que crece entre las aceras, por ejemplo, o los ojos de los niños que venden chicles, o el paso de un rayo de sol que contiene miles de partículas.
1 comentario :
Qué sería de mí sin la poesía, la que leo, la que intuyo, la que imagino cuando me aíslo de todo...
...de ese vacío de los no lugares, de la soledad poblada y ruidosa y me entretengo con la sonrisa de un niño, o esa hoja que cae al asfalto con la gracia de una bailarina, o el olor de la hierba recién cortada, o ese perrillo que espera en la puerta del bar atento a su dueño que a su vez ahoga su soledad con una cerveza tras otra...
Si fuera poeta, iría escribiendo versos y versos sin parar.
Un abrazo,
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