septiembre 28, 2014

II

Mi madre trabaja en una fábrica de conservas.
Un día mi madre me dijo:
el amor es una sardina en lata. ¿Tú sabes
cómo se preparan las conservas
en lata?
Un día mi madre me dijo: el amor es una obra de arte
en lata.
Hija,
¿sabes de dónde vienes? Vienes
de un vivero de mejillones
en lata. Detrás de la fábrica, donde se pudren
las conchas
y las cajas de pescado. Un olor imposible, un azul
que no vale. De allí vienes.

¡Ah!, dije yo, entonces soy la hija del mar.
No.
Eres la hija de un día de descanso.

¡Ah! Dije yo,
soy la hija de la hora del bocadillo.

Sí, detrás, entre las cosas que no valen.

Luisa Castro

septiembre 25, 2014

“Siente el impulso de llorar. No por el rechazo, o al menos eso piensa, se trata más bien de un sentimiento por el cual, tarde o temprano, cree que todos llegan a llorar: por ser quienes son.”

Pablo Simonetti, La razón de los amantes.

septiembre 21, 2014


 
El espejo del alma


Como el alma que canta por sí misma
en su limpia casa de cristal


Hermann Broch



Tuve que viajar a Nevada para verte. Una gran planicie rodeaba la casa
donde me esperabas con una túnica blanca, más alta que de costumbre.
Presentí que la casa existía en la memoria, cosa que confirmaste atrave-
sando con tu brazo el hielo que suplantaba ahora a las paredes. Acos-
tumbrada a esconderme en las palabras, quise darte una carta. Esa carta
hablaba de las diferencias del río: lo que fue, lo que es, lo que será. Pero
vos eras el río y la imagen del río, visto desde la altura (quiero decir,
la furia misma). Me miraste, morada de ternura, bajo el color inconstante
de la niebla. Terminé por tratar de pinchar la carta a tu plumaje pero te
negaste, afable, como quien aprecia el esfuerzo de simular lo imposible.
El pico tembló ligeramente. Me dejaste a merced de la felicidad, contem-
plándote, ahora que eras un enorme pájaro blanco.




La ciudad nómade

Como si de tanto ser abril, abril se esfumara. Y yo, esa mujer cansada, sin
saber qué hacer con tanta huida, dónde esconder las armas del exilio y
la astucia. Al entrar, primero a un corredor y luego a un patio cuadrado
y generoso, alcanzo a ver al hombre que tal vez me enseñe a amar. Por
un beso, recogería ese umbral, ese cielo más hondo donde sueñan sus
labios, abrazaría mis lágrimas futuras, esta penosa vida que me avanza.
Pero no me detengo, el patio hierve: unos jóvenes corren, un auto frena
en seco, rugen ametralladoras, la noche clandestina, hay un algo de nup-
cias con fantasmas, de cita cantada. De pronto, dice una voz a mi lado:
Córrete para atrás que ahí viene la ciudad.
Veo que la ciudad se acerca y pasa por delante como si fuera un río.
Una novia clara. Transcurre, de izquierda a derecha, lentamente, con su
perfil de almenas y de lumbre. Alborozada, me pregunto por dónde he
de cruzarla.

MARÍA NEGRONI

septiembre 16, 2014



MOVIMIENTO SÍSMICO

Tuve una vez un gran amor
que derribó mi casa
agrietó mis puentes
y me hizo perder el equilibrio
Después vinieron las réplicas:
amoríos de baja intensidad
que ni siquiera
me hicieron temblar
En cuanto al gran amor
ay mísero de mí
todavía respira
debajo de las ruinas

Óscar Hahn

septiembre 12, 2014

¿Cómo construir un cementerio?


'...Abajo, en la quebrada, un rosedal blanco para los angelitos y los bebés nonatos. Y el osario en aquella esquina, entre álamos temblones que lo arrullen y lo enmarquen. Más allá, una hilera de hayas y magnolias que orienten la mirada. Y por acá, el gran semicírculo de sauces, para que su cortinado caiga hasta el suelo y en los días de brisa con sus yemas acaricien las placas de los muertos'.
 

Federico Falco
De su cuento 'El cementerio perfecto' 
dentro del libro 'Disculpe que no me levante' Demipage 2014

septiembre 08, 2014




 

Yendo por aquel campo, aparecían, de pronto, esas extrañas
cosas. Las llamaban por allí, virtudes o espíritus. Pero, en
verdad eran la producción de seres tristes, casi inmóviles,
                          que nunca se salían de su lugar.
Estancias al parecer, del otro mundo, y casi eternas,
porque el viento y la lluvia las lavaban y abrillantaban, cada
vez más. Era de ver aquellas nieves, aquellas cremas,
aquellos hongos purísimos... Esos rocíos, esos huevos,
                           esos espejos.
Escultura, o pintura, o escritura, nunca vista, pero, fácilmente
                           descifrable.
Al entreleerla, venía todo el ayer, y se hacía evidente
                           el porvenir.
Los poetas mayores están allá, donde yo digo.


MAROSA di GIORGIO


De su libro "Clavel y tenebrario"