DESFRÍO
Esther Ramón
Editorial Varasek
La poeta Esther Ramón
nos presenta Desfrío, un libro dividido en tres fases de temperatura. Desfrío
es la temperatura en conversión, empieza con una temperatura extrema que
paraliza a -20 ºC y termina con otra temperatura extrema que desintegra a
15.000.000 ºC, en el recorrido que enlaza ambos extremos se encuentran los 25
ºC.
A -20º hay un dolor que
late en estos poemas. El dolor viviendo dentro, despacio, derramándose por los
órganos, dolor de personas, la separación, el encadenamiento, los árboles. Un
dolor que atraviesa la luz en una experiencia interior hacia el exterior,
rasgando la tela, abriendo las bocas del hambre, en un tren que avanza, en el
peldaño de una casa.
A 25º se intenta olvidar
ese dolor, se piensa en la posibilidad de estar muerto, la posibilidad de ser
piedra, de asumir la ruina: del desastre
de los huesos esparcidos como almendras, o alcanzar el risco/ donde anidan las
piedras. La posibilidad de hacerse un
cuerpo/ de madera (quizá aludiendo al cuento de Pinocho, quizá al ataúd que
recoge los cuerpos) el hueso de una boca/
apretada que te borra/ las líneas.
A 15.000.000º el frío
no existe y nos adentramos en el calor del centro de la tierra, en el puro
magma incompatible con la vida. Todo se abraza y se desintegra.
Desfrío está lleno de aves,
aves tordas, aves pálidas, palomas de acero, grajos, garzas. Pájaros que pueden
habitar y sobrevivir en condiciones extremas, pájaros solitarios y en bandadas,
pájaros que no se mueven, pájaros de futuro.
Con estos versos comienza el
primer poema del libro:
Qué
pájaro y a quién
pertenece.
Dónde
está el nido
de
origen, el salto
derramado.
Con estos versos acaba
el último poema del libro:
Sobrevuelan
la
corteza
en
la misma
bandada.
Hay un vuelo alto y un
vuelo bajo, a ras de tierra, hacia el centro de la tierra, que nos acompaña en
toda la lectura.
Dos poemas:
se inició de madrugada.
Con los dedos
palpé sus nombres,
se abrían mansamente.
Aroma excesivo:
plantas que exudan savia
al comienzo de un incendio
al final de una
tormenta.
Me contaron historias.
Rastros de la memoria
de imantación.
Extrajeron heces
sedimentadas de los
estómagos tanto tiempo
inactivos.
En sus vetas conté
glaciaciones y los rayos
que alteran la polaridad.
Custodian el estuche
geminado.
No quiero abrirlo.
¿Y por qué
nos despiertas?
La cabeza se borra,
envuelta en una manta
de colores intensos.
No podían callar.
Recordaban brazos,
haber cavado orificios
en la arcilla.
Desgarros,
una barra metálica
donde aferrarse,
la sacudida eléctrica
que las reanimara.
Querían echar a andar.
Inventé un cuento
para adormecerlas.
*
Si lo sueltan
en la boca del pozo
volará hacia abajo,
creerá que el agua
es un cielo con peso
que ya no sabe
respirar.
Plumas mojadas,
pegadas al cráneo,
precipitado al fondo
de la disolución,
quién lo busca,
una partida de buceadores,
una bandada sumergida,
cuál es su piedra,
dónde cae el pájaro
inverso.
ESTHER RAMÓN
De su libro DESFRÍO
Varasek Ediciones
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