LA PECERA
JUAN GRACIA ARMENDÁRIZ
Editorial Demipage, 2015
Juan Gracia Armendáriz,
nos presenta en esta novela el alcoholismo como ‘personaje’, la destrucción que
esta adicción conlleva, los efectos devastadores que viven día a día, la vida
sin vida a la que están sometidos los dos personajes centrales de La Pecera. Miguel
Quer, profesor de literatura en la universidad, y Ana Ferrer, arquitecta de una
firma prestigiosa. Cada uno comenzó a beber por diferentes motivos en su vida,
los dos se conocen en una cena y a partir de ahí comienza la convivencia como
pareja y la adicción compartida. Juan Gracia Armendáriz ha sabido colarse en el
mundo de los alcohólicos como si fuera una cámara que graba pensamientos y
estados físicos. Momentos terribles, duros del síndrome de abstinencia, ese
ultraje a ellos mismos, ese necesitar más y más bebida y la miseria de
conseguirlo a cualquier hora, a cualquier precio, en cualquier momento. Ya no
hay amigos, ni compañeros, ni familia, ya no se come, ni se mantiene la higiene,
ni las normas, el despertar puede ser terrible hasta que se vuelve a tomar la
primera copa del día que llevará a otra y a otra, ya no hay promesas ni
verdades ni esperanza, todo es una mentira que crece y una resaca de la que no
se puede salir porque no se cura nunca. Todo lo domina la dependencia a la que
somete el alcohol.
También la violencia
lleva buena carga en el libro, la física y la psicológica, hay abusos y
maltrato, hay agresión y auto destrucción. Imágenes de gran dureza, frías,
desgarradoras, llenas de rencor, de miedo, el espanto aterrador que provoca
intuir, saber, que se ha tocado fondo.
Uno de los aspectos que
más me ha gustado de la novela es la tensión opresiva con la que comienza y
descubrir que no decae, incluso en algunos momentos aumenta y te corta la
respiración. Otro aspecto son los detalles aparentemente mínimos (ejemplo un cuchillo
de sushi) que cobran un gran protagonismo. Y el final, ese final a mi parecer
magnífico y acertadísimo.
Altamente recomendable. Os invito a su lectura.
María Jesús Silva
Un fragmento:
“Más
tareas del día:
Manosear
una y otra vez los cantos rodados del resentimiento, las palabras que tantas
veces no dije y debí decir con voz firme, susurrante, dirigidas al decano, al
bedel de la universidad, al médico, al delegado de los estudiantes –camiseta
del Che Guevara, pendiente, pelo jamaicano, gesto desdeñoso-: (…)”
“-¿Por
qué cree que bebe? –la pregunta atravesó la cortina de aire que llegaba desde
la ventana abierta.
Me
enredé en una confusa explicación en la cual traté de introducir información
autentica, o al menos tan cierta que el resultado fuera una media verdad, es
decir, una nueva mentira. Hable de la universidad, de mi padre y sus negocios
fracasados, de esa desconfianza ante todo lo que me rodeaba. Y esa
desconfianza, aclaré, lo incluía a él. Sonrió. La suya era una sonrisa de
saltamontes. Dudé; ¿acaso un insecto indostánico comprende? (…)”
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