enero 08, 2010

GUILLERMO CABRERA INFANTE



Guillermo Cabrera Infante (Gibara, Cuba, 1929 – Londres, 2005), hijo de militantes comunistas, defendió al principio la revolución cubana liderada por Fidel Castro. Desempeñó el cargo de director del Consejo Nacional de Cultura, pero pronto se opuso al sistema castrista. Tras su exilio en varias ciudades europeas, finalmente fijó su residencia en Londres. Tres tristes tigres (1967), La Habana para un infante difunto (1979), Delito por bailar chachachá (1995), Ella cantaba boleros (1996), Cine o sardina (1997), Puro humo (2000) o La ninfa inconstante (publicada póstumamente, en 2008) son algunos títulos destacados en su conjunto de novelas, cuentos, ensayos y misceláneas. Obtuvo el Premio Cervantes en 1997.

Un fragmento de Tres tristes tigres:

¿La vida es un caos concéntrico? No sé, yo solamente sé que mi vida era un caos nocturno con un solo centro que era Las Vegas y en el centro del centro un vaso con ron y agua o ron y hielo o ron y soda y allí estaba desde las doce, que llegué cuando se acababa el primer show y este maestro de ceremonias despedía al público amable y distinguido, mientras lo invitaba a quedarse para el segundo y último show de la noche y la orquesta estaba tocando el tema musical con un aire de fanfarria nostálgica, de charanga de circo que cambia el umpa-pa por un dos por cuatro o por un seis por ocho, de banda rítmica que ensaya una melodía: ese sonido de orquesta de cabaré malo cubano que quiere parecer Kostelanetz a todo trance y que deprime más que saber que ya estoy hablando como Cué y como Eribó y como los otros seis millones de habitantes de esta isla de músicos solistas que se llama Cuba y como estaba frotando el vaso con la mano y al pensar pronunciaba el nombre ese hombrecito sobrio que habla bajo dentro de mí para que nadie más que yo lo oiga decir que estoy perdiendo pie y como este genio dentro de la botella que soy yo decía bajito Cuba, ella se apareció y me saludó alegremente diciendo, Buenas querido y dándome un beso donde la mejilla comienza a hacerse nuca y miré para el espejo parapetado tras la muralla de botellas y vi a Cuba, entera, como está, más alta y más bella y más puta que nunca sonriéndome y me viré y la cogí por la cintura, Quiay Cuba linda, le dije y le dije ricura y la besé en los labios y ella me besó y me dijo, Bien bien bien y no sabía si se refería a los besos que aprobaba con el sentido crítico que da el conocimiento íntimo o si me decía que estaba bien de la salud del alma, como diría Alex Bayer, porque de la salud del cuerpo se veía bien saludable o si simplemente estaba celebrando la noche y el encuentro.
Me bajé y fuimos a una mesa no sin antes ella pedirme una moneda para poner en el tocadiscos que ya estaba encendido qué otra cosa sino Añorado encuentro que es su primer tema musical como el de la orquesta asesina de ritmo y melodía del cabaré es The music is round’n’round, y nos sentamos. Qué haces por aquí tan temprano, le pregunté y ella me dijo, No sabes que ahora canto en el Mil Novecientos, de primerísima figura querido y no importa lo que digan lo que importa es lo que pagan y ya me estaba cansando de verdad del Sierra, y aquí estoy en el centro de todo y me escapo acá o al San Yon o a la Gruta o donde me da la gana entre show y show y es eso lo que estoy haciendo ahora, yonderstán? Sí sí comprendo, Cuba tú eres el centro de mi caos ahora pensé y no se lo dije pero lo supo porque le estaba cogiendo un seno allí en la oscuridad ultravioleta donde las camisas se ven como las sábanas de un fantasma pálido y las caras o se ven moradas o no se ven o se ven como de cera, depende del color y de la raza y de los tragos y donde la gente se escurre de una mesa a otra y se ven atravesar la pista de baile ahora desierta y estar en un sitio y luego estar en otro y en un sitio y en otro hacer lo mismo que es hacerse el amor, matarse mejor dicho que es mucho mejor palabra porque va uno matando el amor en cada mate hasta que no queda más que el sexo y estos movimientos ladeados de una mesa a otra mesa en donde uno cambia de compañía pero no de trabajo y de pronto pensé que estábamos dentro de un acuario, todos, yo también que parecía, que me creía, que me daba el lujo de pensar que eran los otros los peces del acuario y ahora éramos todos peces de un golpe y decidí sumergirme en la garganta de Cuba entre sus senos que salían solos de la blusa bajo el sobaco sin afeitar con arte aprendido de Silvana Mangano creo o de Sofía Loren o de cualquiera otra artista de cine italiano y allí estuve nadando, buceando, viviendo mi vida y pensé que era el comandante Cousteau de las aguas nocturnas.

GUILLERMO CABRERA INFANTE
Fragmento de la novela Tres tristes tigres (Seix Barral; Barcelona, 1967).
Imagen: el mundo.es

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