Esas horas usadas en la espera -la habitación a oscuras, fumando, la plaza desierta-, esas horas sustraídas al reposo, al trabajo, al placer, nadie me las devolverá ni las recompensará. Horas sin compañía ni testigos, sólo yo las conozco, horas muertas peores que la muerte. Ellas me han laminado, cepillado, convertido en sucio aserrín.
JULIO RAMÓN RIBEYRO.
Texto número 187 de su libro Prosas apátridas (Seix Barral; Barcelona 2007)
Fotografía: Humberto Rivas
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