La rusa Nadiezhda Mandelstam (1890-1980), esposa del célebre poeta acmeísta Ossip Mandelstam, describió en sus memorias (Contra toda esperanza) los sufrimientos de los intelectuales que en su país fueron acorralados por el terror estalinista. Su marido, exiliado en Voronezh, falleció cuando lo trasladaban a Siberia.
Un fragmento de Contra toda esperanza:
Durante el invierno, Voronezh era un vasto y compacto campo de hielo siempre resbaladizo, como dice Ajmátova en su poema: “De cristales de roca que piso tímidamente”… Ni siquiera en las grandes ciudades, que nos estaban prohibidas, seguían existiendo los porteros provistos de palas y arena. Mandelstam no temía ni al viento ni al hielo. A veces la ciudad le encantaba, pero la mayor parte del tiempo la maldecía y anhelaba escaparse. Le atormentaba estar encadenado a un lugar fijo como si estuviese tras unas puertas cerradas. “Por naturaleza soy un hombre que espera”, decía, “y encima me mandan a Voronezh para que pase esperando todo el tiempo”... En efecto, nuestra vida se reducía a una espera constante: esperábamos dinero, la respuesta a una carta o a una solicitud, un gesto magnánimo o la salvación… Pero nunca conocí a una persona que viviese con tanta avidez el presente como él. Percibía casi físicamente la dimensión del tiempo, de cada minuto de esta vida. En ese sentido era la más completa antítesis de Berdiaev, quien decía que jamás pudo resignarse al tiempo y que toda angustia expresaba la nostalgia de la eternidad. Creo que para todo artista la eternidad se hace perceptible en cada instante que existe y transcurre, instante que él detendría encantado para hacerlo aún más perceptible. La nostalgia del artista no es producida por el anhelo de eternidad, sino por la pérdida temporal del sentimiento de que cada segundo tiene volumen, es ubérrimo, está lleno de sentido y equivale, por sí mismo, a cualquier eternidad. En la angustia, como es natural, se originaba el sentimiento del futuro y Mandelstam se convertía en el hombre “que espera”.
NADIEZHDA MANDELSTAM
Fragmento del libro Contra toda esperanza (Alianza Tres; Madrid, 1984). Traducción: Lydia K. de Velasco.
Imagen: jornada.unam.ru
Un fragmento de Contra toda esperanza:
Durante el invierno, Voronezh era un vasto y compacto campo de hielo siempre resbaladizo, como dice Ajmátova en su poema: “De cristales de roca que piso tímidamente”… Ni siquiera en las grandes ciudades, que nos estaban prohibidas, seguían existiendo los porteros provistos de palas y arena. Mandelstam no temía ni al viento ni al hielo. A veces la ciudad le encantaba, pero la mayor parte del tiempo la maldecía y anhelaba escaparse. Le atormentaba estar encadenado a un lugar fijo como si estuviese tras unas puertas cerradas. “Por naturaleza soy un hombre que espera”, decía, “y encima me mandan a Voronezh para que pase esperando todo el tiempo”... En efecto, nuestra vida se reducía a una espera constante: esperábamos dinero, la respuesta a una carta o a una solicitud, un gesto magnánimo o la salvación… Pero nunca conocí a una persona que viviese con tanta avidez el presente como él. Percibía casi físicamente la dimensión del tiempo, de cada minuto de esta vida. En ese sentido era la más completa antítesis de Berdiaev, quien decía que jamás pudo resignarse al tiempo y que toda angustia expresaba la nostalgia de la eternidad. Creo que para todo artista la eternidad se hace perceptible en cada instante que existe y transcurre, instante que él detendría encantado para hacerlo aún más perceptible. La nostalgia del artista no es producida por el anhelo de eternidad, sino por la pérdida temporal del sentimiento de que cada segundo tiene volumen, es ubérrimo, está lleno de sentido y equivale, por sí mismo, a cualquier eternidad. En la angustia, como es natural, se originaba el sentimiento del futuro y Mandelstam se convertía en el hombre “que espera”.
NADIEZHDA MANDELSTAM
Fragmento del libro Contra toda esperanza (Alianza Tres; Madrid, 1984). Traducción: Lydia K. de Velasco.
Imagen: jornada.unam.ru
2 comentarios :
Este es uno de los libros más profundamente conmovedores que he leído, tú fragmento ha avivado mi habre...¿Sabes tú, dónde podría conseguirlo en español? (es que... cualquier día me robo el único ejemplar que conozco y que está en una biblioteca pública y sería una vergüenza.)
Un saludo.
En la editorial Acantilado lo puedes encontrar.
Un saludo,
A. López
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