Vicente Verdú (Elche, 1942), notable ensayista, ha sido Jefe de Opinión y
Jefe de Cultura del diario El País.
En 1997 recibió el Premio Nacional de Periodismo “Miguel Delibes”.
Entre sus libros destacan Si usted no hace regalos le asesinarán (1971),
Sentimientos de la vida cotidiana (1984), Días sin fumar (1988),
Héroes y vecinos (1989), El planeta americano (1997),
Señoras y señores: impresiones desde los 50 (1998),
El estilo del mundo: la vida en el capitalismo de ficción (2003),
Noviazgo y matrimonio en la sociedad española: 1974-2004 (2004),
Yo y tú, objetos de lujo (2005),
La ciudad inquieta: el urbanismo contemporáneo entre la realidad y el deseo (2005),
No ficción (2008) Passé composé (2008) o El capitalismo funeral (2009).
Una columna periodística:
FRANCIA
Hay un más allá y está muy cerca: Francia. Hace apenas cincuenta años nadie necesitaba mencionar
ese espacio porque cualquiera que tuviera interés por la cultura o la libertad pensaba en
París. En estos años, sin embargo, tras el rápido ascenso económico español y la llegada
de la democracia, parece que ya lo tengamos todo. Vana ilusión: significativamente
España ha dado un salto tan grande
en el producto interior bruto que se ha saltado brutalmente la plantación cultural.
Un menú de un obrero en París vale casi lo mismo que en Madrid pero la formación
escolar entre ambos va de uno a tres tenedores. ¿La televisión? ¿La radio? También en
Francia hay telerrealidad, concursos infames y consultorios radiofónicos sobre las
virtudes del clítoris pero, a su lado, abundan las tertulias de alta calidad, los debates que
mejoran la dignidad del receptor, y un lenguaje, en general, que denota el buen efecto
de la enseñanza. Si en Estados Unidos es inconcebible un presidente ateo, en Francia
sería impensable un político que se expresara mal. Efectivamente, los franceses se
quejan de la degradación pero cuando se oponen con ahínco a las invasiones bárbaras
y blanden “excepción cultural” no sólo actúan como chovinistas sino como seres
cabales. En otro tiempo, los Pirineos constituían un inmerecido obstáculo contra
la libertad y el conocimiento. Ese encierro político ha desaparecido pero lo que hoy
nos aparta de Francia es, sobre todo, la diferencia inmaterial, la destartalada calidad
de una escena donde no se sufre la pandemia de la menudencia política, los
superpringues de la salsa rosa o el fútbol en todas las emisoras simultáneamente
como si no hubiera ningún interés mayor; o igual. El espacio francés del más allá hace
pensar todavía en la cultura como un bien sólido que procura, como la salud, sustanciosas
mejoras individuales y colectivas. España ha crecido mucho materialmente y gracias a los fondos comunitarios venidos también de Francia. Lo que no ha podido este socio, ni ningún otro,
es contagiarnos su método educativo para paladear los mejores artículos del espíritu.
Zapatero prometió -no lo olvidamos- “una España de la cultura”. Pero ¿cómo? ¿cuándo?
¿a partir de qué nuevo impulso redentor?
VICENTE VERDÚ
Columna publicada en el diario El País.
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