MI
VIDA CON POTLACH
INMA
LUNA
Editorial Baile del Sol,
2013
Inma
Luna,
nos presenta esta novela que se desarrolla con un narrador/protagonista, y nos
cuenta en forma de diario lo que va ocurriendo en su vida. Cronológicamente se
desarrolla en 16 meses, aunque no hay continuidad en los días que escribe el
protagonista, así en esas anotaciones se nos va mostrando.
Mi
vida con Potlach, me ha conmovido desde las primeras
páginas. La historia de Luis, se hace real a medida que avanzas en la lectura.
Luis, soy yo. Luis, es cualquiera que se deja atrapar por sus miedos, por un
pasado guardado y enmascarado hasta el límite de prácticamente olvidarlo, pero
que al final se impone con una fuerza arrasadora. Luis descubre otro mundo a
raíz de sufrir un ataque de estrés, un clic en su cabeza que no estaba previsto,
que no pudo controlar, le abre la puerta en la noche hacia ese mundo que
permanecía oculto. Inma Luna, nos muestra a un personaje lleno de fobias, de
manías, de auto imposiciones cuadriculadas, de exigencias límites para él mismo
que le lleva a plantear un orden y rigor que raya con lo anormal. Va anotando
en ese diario lo que siente, lo que sueña, la forma de mirar y de ver, la
apatía y el hastío por la vida, el desencanto, el frío que no es capaz de quitarse
de encima. Se deja llevar en ocasiones por la auto destrucción a la que se
somete sin ser consciente de ello, manteniendo a raya los sentimientos que
terminan por aflorar y terminan dominando. A través de esos sentimientos
descubrimos las relaciones amorosas, de familia, de amistad, de compañeros de
trabajo, de sexo, las clases sociales, las instituciones médicas, las
residencias para mayores, la sociabilidad, lo vulgar, lo pijo, la época de
crisis, el desempleo. El conjunto del que todos formamos parte en una escala
con mayor o menor intensidad.
Al final, Luis, nos
abre la puerta hacia un montón de reflexiones en las que nos vamos reconociendo
y por eso empatizamos casi inmediatamente con el personaje y por supuesto con
Potlach.
Maravillosa novela que
invito a leer.
Un fragmento:
“…No me gusta hablar
ahora de ello. Ahora que sé cómo tienen que ser las cosas para evitar perderme
en esas marañas. Ahora que tiro fuerte de las riendas y veo dónde hay que
sellar las ventanas para que no entren los vientos jaleadores. No me gusta
acordarme de las debilidades de la mente, pero sé que mucha culpa de aquello la
tuvieron mis expectativas respecto a la gente. La gente es solo gente y no está
disponible.
Yo pensaba
ingenuamente, que contaba con ellos, que todos los que bebían mi vino,
compartían mi casa y me cogían del hombro, estarían ahí si les necesitaba.
Bueno, no lo pensaba verdaderamente, no son cosas sobre las que uno medite,
solo se dan por hecho en la hora precisa.
Pues no fue así. La
enfermedad, por ponerle algún nombre a aquello en la que me sumí, espanta. Los
saltos al vacío son individuales, nadie te da la mano, no vaya a ser que la
hostia resulte compartida. Entonces me di cuenta, allí, en mitad de lo más
tenebroso, quizá…”
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