Me he reconciliado con mi padre. Entonces juré no perdonarle. Entonces no sabía que su
regresión había comenzado y su cerebro adoptaba el contorno de un reloj blando
de Dalí, la cordura deshecha contra las paredes de su cráneo. Se le ve pequeño,
replegándose, sumido en un estado de desorientación que asusta más a los que le
vemos que a él, que parece portar la brújula señalando un norte ya inexistente.
Se le abre la boca y te mira sin recuerdos, ladeando la cabeza con adquirida
inocencia de ameba. A veces se para delante de un cartel y lo lee despacio, sin
entender. Tengo un cuaderno lleno de reproches, una mitad de la cabeza llena de
juramentos enquistados, una parte del corazón reventada entre muñones que son
uñas. Pero lo más difícil es sentarme frente a él y masticar despacio la lista
de enumeraciones hasta conseguir tragarla, mientras él sigue mirando la niebla
y olvida que vive.
MARÍA JESÚS SILVA
Imagen: La persistencia de la memoria, Salvador Dalí
Imagen: La persistencia de la memoria, Salvador Dalí
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