septiembre 18, 2010


ARENA

Cuando el hombre llegó me ofreció un ramo de rosas, yo deseaba un
espejo; me negué a aceptarlas.
Sonrió y se marchó en silencio.
Pasaron seis meses hasta que apareció con un violín, yo deseaba una esfera; me negué a aceptarlo.
Sonrió nuevamente y se marchó en silencio.
Anoche volvió, me entregó una espina.
La acepté silenciosamente, entonces el hombre se deshizo delante de mis ojos atónitos.
Ahora cargo mi espejo, mi espacio y mi espina pero sigo deseando la arena de su cuerpo que desapareció con la última ofrenda.

CATALINA SOJOS

1 comentario :

anuar bolaños dijo...

Se esconde la flor
cambia de nombre
siempre esquiva
y por tanto,
despiadada.

¿Quién entrenó a la doncella
para que no se dejara ver las espinas?

Ella actualiza mi agonía,
le hace ajustes,
labra mi rostro con versiones de la sombra,
atasca la brújula.



anuar ivan.