Arno Schmidt (Hamburgo, 1914 – Celle, 1979), clásico de la literatura alemana, recibió grandes
elogios de Günter Grass (“Arno Schmidt contagia”), Hermann Hesse (“Un auténtico poeta”),
Jean Améry (“Ningún amigo de la literatura moderna se librará, a la larga, de enfrentarse con
este fenómeno que puede considerarse único”), Heinrich Böll (“Arno Schmidt es uno de
los pocos auténticos descendientes de los románticos: sus flores azules son los archivos y el
amor”) o Siegfried Lenz (“Sin duda alguna, Arno Schmidt tiene la más densa y maravillosa prosa
que se escribe en estos momentos en Alemania”). Autor de obras como El brezal de
Brand (1951), Espejos negros (1951), Momentos de la vida de un fauno (1953),
El sueño de la ficha (1970), La escuela de los ateos (1972) o Tarde con orla dorada (1975).
Un breve fragmento de El brezal de Brand:
Crepúsculo, sí: Cosecha de heno en los cenagales; una luna rechoncha, campestre,
apenas un poco por encima del aldeanaje: “¡Ésos siempre están ahí!” –Levantar piñas
y restos de leña (mi lóbrega cabeza oscilaba en tejidos de araña, tejidos fantasmales,
duros y con aspecto de abrigo gris); golpeaba con los palos largos, traídos por
muchachas agachadas, contra el muslo tenso, hasta que algo se partía. En el otro
extremo del bosque: cara a través de los arbustos: el viento se daba perezosamente al
estudio en la hierba aún no segada; una vieja y plana pieza de oro estaba, hecha
añicos o cubierta de polvo, en la neblina del cielo, allá enfrente. (Uf, no era para morirse,
pero yo tenía frío y sudaba como una bestia en pánico). Arrancar; pasar la mano:
-“Ya voy.”
ARNO SCHMIDT
Fragmento de la novela El brezal de Brand (Editorial Laetoli; Pamplona, 2005).
Traducción: Fernando Aramburu.
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