PISCINAS ILUMINADAS
Javier Cánaves
Editorial: Baile del sol, 2013
Piscinas Iluminadas, es
un libro en el que no ocurre nada excepcional y ocurre, simultáneamente, todo
lo que importa en la vida. El personaje principal, Carlos, nos muestra sus
deseos, sus miedos interiores, sus obsesiones, la inseguridad que se adquiere
al cumplir cierta edad, algo que lleva implícito la pérdida. Ansías cambios que
nos mantengan cerca de lo que irremediablemente se aleja. Este personaje
aspirante a escritor, como él mismo se define, va narrando el caos sentimental en
el que se ha ido convirtiendo la relación con su esposa, Luisa. Reflexiona
mediante el monólogo interior sobre los días que van sucediéndose y en los que
la sensación de fracaso y frustración se hace cada vez más fuerte. Ese fracaso
lo ocupa todo: la amistad, el trabajo, las relaciones sociales. Es un círculo
en el que la apatía lo invade, la rutina machaca cualquier estímulo. Este
aspirante a escritor, encuentra el punto de evasión en el libro que escribe
encerrado en la habitación aporreando el ordenador. Allí está su refugio. Un
refugio que se ubica en la ciudad de Lanka, en un quinto sin ascensor, donde le
espera Sophie, donde se cumplen los deseos, donde mantiene relaciones sexuales
plenas. Fuera de ese cuarto no hay comunicación, se masturba, come y bebe solo,
imagina relaciones.
Hay frases que se
repiten a lo largo de la novela: ‘Hay algo hipnótico en las piscinas
iluminadas’, es una visión obsesiva que aparece incluso en sueños. Es
una piscina salvadora a la que se agarraron Luisa y él para salvar su relación.
Donde se refleja su felicidad cuando creyeron tenerlo todo, sobre la que
construían su futuro. La misma piscina que al final de su relación ve desde la
terraza solo, esperando que suene el teléfono, con la única compañía de un
ron-cola, mientras se hunde todo.
Al final hay una
especie de replanteamiento de su situación personal, una subida de moral en ese
símbolo del Rey, mientras comienza a
amanecer y se oyen cantar pájaros y la luz va filtrándose en la piscina
iluminada.
Un fragmento:
La negación de la vida,
el viaje imaginario, nos pueden salvar, es cierto, pueden constituirse en la
rendija por la que se filtra el aire que necesitamos, pero, por otro lado,
pueden acelerar nuestro proceso de descomposición, nuestra aniquilación, ya que
todo viaje conlleva un regreso y cada regreso es una pequeña muerte, a veces,
incluso, una gran muerte, una muerte casi definitiva o definitiva del todo.
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