Las palabras -lo
imagino con frecuencia- son casitas con su bodega y su desván. El sentido común
habita en la planta baja, siempre dispuesto al ‘comercio exterior’, de tú a tú
con el vecino, con ese transeúnte que no es nunca un soñador. Subir la escalera
en la casa de la palabra es, de peldaño en peldaño, abstraerse. Bajar a la
bodega es soñar, es perderse en los lejanos corredores de una etimología
incierta, es buscar en las palabras tesoros inencontrables. Subir y bajar, en
las palabras mismas, es la vida del poeta. Subir demasiado alto, descender
demasiado bajo son cosas permitidas al poeta que une lo terrestre y lo aéreo.
¿Solo el filósofo será condenado por sus semejantes a vivir siempre en la
planta baja?
Gaston Bachelard en su
libro La poética del espacio.
1 comentario :
Qué idea tan poética, me encanta.
Hay palabras a las que dejaría volar libres, las lúcidas; y las más locas vivirían en los terrados o en los aleros.
Ahora ya sé donde están los poetas antes de escribir un verso.
Un beso,
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