marzo 28, 2011

A MODO DE CARPE DIEM



¿Cuánto podrá durar para nosotros

el disfrute del oro, la posesión del jade?

Cien años cuando más, ese es el término

de la esperanza máxima.

Vivir y morir luego: he aquí la sola

seguridad del hombre.

Escuchad, allá lejos, bajo los rayos de la luna

al mono acurrucado y solo llorar sobre las tumbas.

Y ahora llenad mi copa, es el momento

de vaciarla de un trago.


LI PO

(LI TAI PO poeta chino de la dinastia TANG siglo VIII DC, 700-762)

marzo 24, 2011

HE LEÍDO


El cielo es azul, la tierra blanca

Una historia de amor

Hiromi Kawakami

Editorial: Acantilado

La protagonista es una chica de 38 años, Tsukiko. Es una persona solitaria, incapacitada para el amor, según cree ella. Un día se encuentra en una taberna a su viejo profesor de japonés y entre los dos deciden hacer un pacto para compartir la soledad. El Maestro le lee poemas de amor, le corrige en gestos y actitudes poco adecuados para una señorita. Se dan cuenta de que tienen los mismos gustos por la comida, por los viajes cercanos y solitarios, que hablan muy poco y observan mucho, que les cuesta separarse al uno del otro aunque a veces intenten escarpar de lo que se va tejiendo en torno ellos. Después de aquel encuentro, ya nunca volverán a ser los mismos.


Algunos fragmentos:

Cuando pelé aquella manzana, mi novio se quedó estupefacto.

-Pero ¡si sabes pelar manzanas!-exclamó.

-Es lo más fácil del mundo. ¿Por qué te sorprende?

Al poco tiempo de haber mantenido aquella conversación, empezamos a distanciarnos. Ninguno de los dos sacó el tema de forma explícita, pero dejé de llamarle. No es que ya no me gustara. Los días pasaban sin vernos y apenas me daba cuenta. (…)

Pensaba que el destino nunca se portaría bien conmigo.

Cogí una manzana del cesto. Intenté pelarla entera, como hacía mi madre, pero la piel se rompió a medias. De repente, los ojos se me inundaron de lágrimas. Ya no eran sólo las cebollas lo que me irritaba los ojos, ahora también lloraba pelando manzanas. Me la comí sin dejar de llorar. Entre mordisco y mordisco, oía el goteo de lágrimas que se estrellaban contra el fregadero de acero. Mi mayor actividad del día fue quedarme de pie frente al fregadero, comiendo y llorando a la vez. (…) Cuando he llorado siempre tengo frío. Después de comerme la manzana entré en la habitación y estuve tiritando hasta que me cansé. Me cambié los calcetines por otros más gruesos, me enfundé unos guantes, me calcé unas zapatillas de deporte de suela gruesa y salí a la calle. Las tres estrellas de la constelación de Orión brillaban en el cielo. Tenía ganas de sentarme y llorar en silencio, pero como hacía mucho frío seguí caminado.

Había retrocedido en el tiempo y volvía a ser una niña. Empecé a golpear el suelo con los pies, pero no conseguía entrar en calor. Un adulto sabría qué hacer para no pasar frío, pero los niños como yo no teníamos ni idea. Seguí andando hacia la estación. Era el camino de siempre, pero me parecía completamente distinto. Había vuelto a mi infancia. Era una niña que se entretiene de camino a casa hasta que empieza a oscurecer, y cuando decide volver las calles no parecen las mismas.

-Maestro-murmuré-. Maestro, no sé volver a casa.

marzo 21, 2011

MÚSICA EN ÍTACA (23)





MUJERES DEL DESIERTO


“Sólo he estado una vez, rodeado de amabilidades, en el Sáhara. Ha sido suficiente para conocer la pericia de sus mujeres al preparar una aromática y fresca gastronomía, y también para que yo tome los primeros sorbos de una música mal conocida.

(…)

A la espera de un nuevo manjar, paso mucho tiempo mirando una foto del conjunto maliense Tartit, que significa “unido”. Una decena de mujeres risueñas sentadas en el suelo. Me llama la atención una que no sé de dónde saca tanta alegría, sobre todo después de los inicios del grupo. Son tuaregs perseguidas por el ejército de Malí, refugiadas en campos mauritanos, unidas en Bélgica para la música. Hay quien defiende, más allá de la estampa de hombres con velo azul, que la palabra tuareg quiere decir “abandonados por Dios”, y he aquí un nomadismo sin aderezos románticos. Su trashumancia parte de la ciudad de Tombuctú, acarrea instrumentos como el tindé (un tambor que sirve igualmente para guardar comestibles) y se contagia del ritmo de los campamentos del éxodo. La solista suelta una voz ondulante. Detrás, la compañía de dos o tres hombres.

(…)

Y al fin me detengo en un oasis que se llama Rokia Traoré. Nacida en Bamako, en 1975, esta mujer de bella cabeza rapada, labios sensuales y cuello adornado con collares no canta desde la miseria. De origen noble, es hija de diplomáticos y ha cursado estudios superiores en Europa. No obstante, escribe en lengua bamana las letras de las canciones, crea con técnicas populares y su finura aristocrática se adapta a un fondo trenzado con las cuatro cuerdas del laúd ngoni y el tañido de la percusión djembé. Y acepta los consejos de Ali Farka Touré, el patriarca del blues africano. Mejor apartarse para que hable Jean Trouillet: “En Malí se dice: los hombres pueden tocar bien un instrumento. Pero se debe dejar el canto a las mujeres. No se duda un instante escuchando la voz de Rokia Traoré, a la vez dulce e invasora, plena de nostalgia y esperanza”.
A menudo empiezo el día con algún tema del primer álbum de Rokia, Mouneïssa. Su elegancia y su ligereza son para echarse a vivir”.


FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Fragmentos del libro La nota rota; Hiperión, 2009)

marzo 19, 2011

INTERIOR



Interior

A menudo converso con mis sueños.
Los invito a salirse de la noche
y se sientan, con trajes neblinosos,
junto a mi mesa sucia de papeles.
Y les pregunto sobre su sintaxis
porque se ofenden si hablo de semántica.

Hoy he recuperado de sus manos
un fragmento de ti tan exquisito
como una noche de junio en Gil de Biedma,
un otoño de Keats o aquel sabor a polo de naranja
de las viejas mañanas de domingo.

AURORA LUQUE

marzo 17, 2011

TOTALIDAD


BIEN SABES
que el mundo tiene una puerta,
la puerta tiene una llave,
y la llave abre una noche
corta pero interminable.

LUIS ROSALES. CANCIONES

marzo 15, 2011

YO NO SÉ LO QUE BUSCO ETERNAMENTE...



Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco; pero es algo
que perdí no sé cuándo y que no encuentro,
aun cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.


Felicidad, no he de volver a hallarte
en la tierra, en el aire, ni en el cielo,
¡aun cuando sé que existes
y no eres vano sueño!


ROSALÍA DE CASTRO

marzo 12, 2011

MÚSICA EN ÍTACA (22)





JOHN COLTRANE

“El padre era sastre, pero llevaba el veneno de la música en sus dedos de violinista y clarinetista aficionado; la madre tocaba el piano en la iglesia del distrito. John Coltrane (Hamlet, Carolina del Norte, 1926 – Nueva York, 1967) se cría en un ambiente de pasión musical y religiosa, con un abuelo que escribe sermones y predica delante del coro que después canta gospel negro.
Coinciden quienes lo retratan en la niñez y en la adolescencia: Coltrane tiene un carácter tímido y conciliador; pasa muchas horas en la cocina familiar, donde repite con el saxo alto y el clarinete unos compases endemoniados; le gustan las películas de los hermanos Marx, pero sobre todo el nihilismo silencioso de Harpo. La muerte prematura del padre, cuando John sólo cuenta trece años, deja una herida que no se alivia con la práctica deportiva.
En 1943, la familia fija su residencia en Filadelfia, urbe que, por estar situada cerca de Nueva York, permite a John Coltrane el encuentro con los más relevantes jazzmen de la época. Se describe a un Coltrane que escucha extático, con los dedos quemados por el cigarrillo, las improvisaciones de Charlie Parker. Ya actúa en las orquestas de King Kolex y Joe Webb, acompaña a cantantes y analiza, con su amigo Jimmy Heath, cada detalle de los solos de Lester Young. Este rigor, que nace de su deseo de rebasar fronteras del conocimiento («Parto de un punto y voy lo más lejos posible. No sé qué busco. Algo que jamás ha sido tocado»), persiste en él hasta los últimos días. A menudo causa problemas en los hoteles donde se hospeda porque, a horas intempestivas, sigue trabajando con tenacidad inflexible”.


FRANCISCO JAVIER IRAZOKI
(Fragmento del libro La nota rota; Hiperión, 2009)

marzo 07, 2011

ANNA AJMÁTOVA


Poeta rusa nacida en Odessa el 23 de junio de 1889.
Hija de una noble familia de origen tártaro, estudió latín, historia y literatura en Kiev y en San Petersburgo. Se casó con Nikolái Gumiliov en 1910, el más sobresaliente escritor del grupo acmeista, con quien viajó por Italia y Francia. Lectora incansable. Durante muchos años fue silenciada por el régimen soviético. Sus poemas se prohibieron, fue acusada de traición y deportada. A su regreso a Leningrado, en 1944, produjo su obra más importante, "Requiem", publicada en 1963. "El correr del tiempo", su última obra, es un balance de su trayectoria de 1910 a 1965. Falleció en Moscú en 1966.
RÉQUIEM (1935-1940)

EN VEZ DE PRÓLOGO
Diecisiete meses pasé haciendo cola a las puertas de la cárcel, en Lenningrado, en los terribles años del terror de Yezhov. Un día alguien me reconoció. Detrás de mí, una mujer -los labios morados de frío- que nunca había oído mi nombre, salió del acorchamiento en que todos estábamos y me preguntó al oído (allí se hablaba sólo en susurros):
-¿Y usted puede dar cuenta de esto?
Yo le dije:
-Puedo.
Y entonces algo como una sonrisa asomó a lo que había sido su rostro.
Lenningrado, 1 de abril de 1957

DEDICATORIA
Puede una pena así mover montañas
y detener la corriente de un gran río,
pero no puede quebrar con su fuerza los cerrojos
que nos separan de las celdas y los presos
llenos de angustia mortal.
Hay quien respira el fresco de la brisa,
hay quien siente la dulzura del sol cuando se pone,
pero nosotras, en la desdicha compañeras,
oímos sólo el sonido ominoso de las llaves
y los pasos de plomo del soldado.
Nos levantábamos como para la misa del alba,
cruzábamos la ciudad embrutecida
y, más muertas que vivas, nos encontrábamos allí.
Se acortaban las horas de sol, la niebla pesaba sobre el Neva,
pero aún la esperanza cantaba a lo lejos.
La sentencia… Brotan de pronto las lágrimas
y una mujer se siente fuera del grupo;
como si le hubieran arrancado el corazón y brutales
lo arrojaran al suelo, para luego soltarla,
así camina, tambaleándose…sola.
¿Dónde están hoy aquéllas con quienes sin querer
compartí mis dos años de infierno?
¿Qué formas adivinan en las ventiscas de Siberia?
¿Qué presagios en el aro de la luna?
A ellas envío mi adiós.

Marzo 1940



INTRODUCCIÓN


En aquel tiempo sonreían
sólo los muertos, deleitándose
en su paz, y vagaba ante las cárceles
el alma errante de Lenningrado.
Partían locos de dolor los regimientos
de condenados en hilera y era
el silbido de las locomotoras
su breve canción de despedida.
Nos vigilaban estrellas de la muerte,
e, inocente y convulsa, se estremecía Rusia
bajo botas ensangrentadas, bajo
las ruedas de negros furgones.


I


De madrugada vinieron a buscarte.
Yo fui detrás de ti como en un duelo.
Lloraban los niños en la habitación oscura
y el cirio bendito se extinguió.
Tenías en los labios el frío del icono
y su sudor mortal en la frente. No olvidaré.
Me quedaré, como las viudas de los soldados del zar Pedro,
aullando al pie de las torres del Kremlin.

1935


5
Diecisiete meses hace que grito
llamándote a casa.
Me he postrado a los pies del verdugo,
hijo mío, terror mío.
El mundo entero es confusión
y yo ya no sé distinguir quién es la bestia
y quién el hombre.
¿Cuánto falta para tu final?
Quedan sólo flores polvorientas, el rumor
de la lámpara de incienso, y las huellas
que no llevan a ninguna parte.
Directa a los ojos me mira,
mal augurio de una muerte cercana,
una inmensa estrella.

1939


EPÍLOGO


I

He aprendido cómo se hunden los rostros,
cómo bajo los párpados late el miedo
cómo surca el sufrimiento las mejillas
con trazo rígido de signos cuneiformes;
cómo los negros rizos y los rizos de oro
de repente se vuelven pálida plata,
cómo huye del labio dulce la sonrisa
y en la risita seca halla eco el terror.
Si ruego, no es sólo por mí: ruego
por todas nosotras, hermanas –en la desdicha- mías,
en el frío feroz y en el ardor de julio,
al pie de muros rojos que permanecieron sordos.


Del libro EL CANTO Y LA CENIZA, Editorial Galaxia Gutemberg (Círculo de Lectores)
Traducción de Monika Zgustova y Olvido García Valdés
Imagen: Retrato de Anna Ajmátova de Kuzmá Petrov-Vodkin

marzo 02, 2011



"El dolor es la ley de la gravedad del alma"
LUIS ROSALES

marzo 01, 2011


Os esperamos. Ya sabéis, en Tres Rosas Amarillas a las 20:00 hrs.
Calle San Vicente Ferrer,34 Metro Tribunal,