julio 13, 2012

HE LEÍDO

El verano sin hombres
SIRI HUSTVEDT
Editorial Anagrama

La escritora, conocida en sus orígenes como “la esposa de Paul Auster”, nos introduce en una historia de corte feminista. Una mujer enloquece cuando, tras treinta años de matrimonio, su marido decide tomarse una ‘pausa’. La pausa es mucho más joven que ella, con buenas tetas y francesa. Cuando Boris Izcovich dijo la palabra «pausa», Mia Fredricksen, de cincuenta y cinco años, enloqueció. Porque lo que deseaba su marido era una pausa en su matrimonio. La locura de Mia no es más que una breve psicosis y pronto sale de la clínica psiquiátrica donde es ingresada. Ese verano regresa a Bonden, la ciudad de su infancia, donde aún vive su madre en una residencia para ancianas activas e independientes. Mia alquila una casa, se relaciona con sus vecinos, una joven recién casada con dos niños y un marido que le despierta sospechas de maltrato, y visita a su madre y a su grupo de amigas. Recupera los recuerdos de su infancia, y descubre algunos secretos de la femineidad de otras generaciones. También dirige un taller de poesía con un grupo de estudiantes.

Durante el proceso de curación Mia toma distancia de su drama, se rodea de personajes exclusivamente femeninos, sólo Boris se mezcla, aunque siempre ausente. La autora teoriza sobre la ciencia, los trastornos nerviosos, sobre las diferencias entre hombre y mujer desde las sexuales hasta las biológicas. La novela se narra en primera persona como si fuera un diario y se van insertando poemas, cartas, dibujos, correos electrónicos, teorías, que en muchos momentos parecen un ensayo y habla sobre la relación con la muerte, sobre el sexo y el erotismo, sobre filosofía, poesía, amor. Hay muchas referencias a obras literarias y cinematográficas.

Siri Hustevedt dice: «… mi literatura siempre indagará en la búsqueda de qué nos hace ser cómo somos. Por eso me interesa la biología, porque es una de las piezas que nos constituyen. En parte somos como somos por culpa de algo biológico, además de por otras muchas cosas».

Un fragmento:

Voy a escribirme en otro sitio, pensé, reinventaré la historia desde otra perspectiva: yo estoy mejor sin él. ¿Alguna vez hizo alguna tarea de la casa que no fuera lavar los platos? ¿Acaso no tenía la costumbre de apagarte como si fueras una radio? ¿No te interrumpía innumerables veces cuando estabas en mitad de una frase como si fueses un ser invisible, una doña Nadie, un fantasma sentado a la mesa? Además, ¿”no sigues siendo guapa”, como dice mi madre? ¿No soy todavía capaz de grandes cosas? (…)

La doctora S. me habló del pensamiento mágico. Tenía razón. No podemos hacer que nuestro mundo se rija según nuestros deseos. Mucho de lo que nos pasa depende del azar, de cosas que escapan a nuestro control, depende de otros.

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