octubre 13, 2012

Nuevo libro de KEPA MURUA

La poesía es una conversación con el infinito, una confesión de otros lugares, de otros países, de otras tierras, sin límites geográficos ni históricos, un diálogo del individuo ante un tiempo que no tiene principio ni fin y que se presenta con un eco que une todas las distancias posibles. Escribir su distancia es, por tanto, necesario; intentarlo, al menos, inevitable.

Quizá sea así el amor.
Un oscuro licor
que nos atraviesa el cuerpo
desde la garganta

hasta los pies.
un aguardiente inesperado
que nos deja sin voz
en la mitad de la frente.
Un veneno necesario
que desde el placer de los sentidos
nos lleva al silencio
dejándonos temblando y sin habla.


“Porque escribir es seguir una distancia que pocos comprenden con el ruido de las cosas que se dicen o el maltrecho significado de las que se pronuncian.”

Kepa Murua (Zarautz, 1962) es escritor, poeta, lector, incansable artista y eterno colaborador de proyectos literarios y culturales. Será en la poesía donde encuentre su voz primera. Podemos destacar, entre otros títulos, sus poemarios Siempre conté diez y nunca apareciste (1999), Cavando la tierra con tus sueños (2000), Un lugar por nosotros (2000), Cardiolemas (2001), Las manos en alto (2004), Cantos del dios oscuro (2004), Poemas del caminante (2005), No es nada (2008), Poesía sola, pura premonición (2010) y El gato negro del amor (2011). Ha publicado, asimismo, los ensayos La poesía y tú (2003), La poesía si es que existe (2005) y Del interés del arte por otras cosas (2007), y los libros de artista Itxina (2004), Flysch (2006) y Faber (2009). La novela Un poco de paz será su primera incursión en el género.

1 comentario :

Tesa Medina dijo...

La poesía es para mí que no soy poeta la que escribe la esencia de la vida, el esqueleto de los sentidos y sentimientos.

El "diálogo del individuo" pero frente así mismo y frente al abismo que no comprende.

En la buena poesía no hay palabras vanas.

No conozco al poeta, habrá que remediarlo, me gusta lo que muestras.

Un abrazo, Ada