octubre 12, 2010

MÚSICA EN ÍTACA (17)




JOSQUIN DESPREZ


Muchos opinan que es la cumbre musical del Renacimiento, pero nadie sabe dónde nació ni cuándo. Me parece un alivio, ahora que se exalta la pertenencia a un territorio bien vallado mentalmente desde los orígenes. Sus biógrafos sugieren una imprecisa fecha de nacimiento («hacia 1440») y dicen que es «compositor franco-flamenco»; hay quien se aventura a declararlo originario de Beaurevoir, población picarda. Las divertidas incertidumbres afectan incluso a la grafía del apellido: la facción partidaria de llamarlo Des Prés no renuncia a su capricho, aunque se impongan los que hacen la guerra bajo el estandarte Desprez. Teníamos al menos la certeza de que fue discípulo de Ockeghem, pero últimamente han surgido investigadores irascibles que agitan pergaminos y añaden dudas. Queda una salida: que escuchen Déploration sur la mort de Johannes Ockeghem (nymphes des bois), la muy bella canción de Josquin interpretada por Dominique Visse y su Ensemble Clément Janequin, y callarán emocionados.


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En resumen, Desprez pasa unos cuarenta años en Italia. Recibe la influencia cultural del país que lo acoge, pero quizá sean más valiosas sus aportaciones a los italianos: una técnica que supera las habilidades de Guillaume Dufay, la maestría en el tratamiento de las voces, el contrapunto de la escuela flamenca, la elegante armonización de la música instrumental. De los italianos aprende su lirismo melódico y el gusto por la claridad. Con la unión de estos elementos, se convierte en uno de los mejores representantes de la polifonía vocal.


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En cuanto a las huellas de Desprez en los músicos posteriores, el humanista suizo Henricus Glareanus, amigo de Erasmo y teórico del Renacimiento, exagera cuando dice que Josquin es perfecto y que después de sus creaciones sólo nos espera la decadencia. Sin embargo, su estilo a capella, el uso refinado de las alteraciones y su forma de fundir las canciones populares en una estética culta se transmiten en la escuela de Viena fundada por Adriaan Willaert, e impresionan especialmente a Heinrich Schütz, introductor de la ópera en Alemania. El propio Lutero cuenta que tiene el hábito de cantar los motetes de Desprez”.



FRANCISCO JAVIER IRAZOKI

(Fragmentos del libro La nota rota; Hiperión, 2009)

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