mayo 15, 2011

RAMÓN EDER

Ramón Eder es uno de nuestros mejores aforistas, no hay nada como leer unos de sus libros para empezar a pensar sobre aquello que deja escrito. Es un laberinto pendiente de explorar para encontrar la salida y nunca sabemos si llegaremos. Pura magia.

Eder dice:

"El aforismo es una manera de pensar sintética y ligeramente poética que se expresa con las mínimas palabras posibles. Pero también es una manera de decir crítica y radical de tendencia ilustrada que no excluye la paradoja y que se opone a las rutinas mentales. Una forma de expresión osada porque se enfrenta inevitablemente con el poder y la sociedad... Los aforistas suelen ser intempestivos y burlones. Critican las imposturas y los tópicos. Hacen irónicos juegos de palabras que pueden parecer frívolos pero que son reveladores. Según Karl Kraus, el aforismo nunca coincide con la verdad: o es media verdad o es verdad y media. Y así debe ser. Porque los escritores de aforismos, más que buscar la verdad, lanzan sus flechas... Un peligro del aforismo es que caiga en lo frívolamente combinatorio. Otro riesgo del género es el tono sentencioso, que puede llegar a cansar. Pero los buenos aforistas escriben frases luminosas que son como relámpagos en la oscuridad".


Pero Ramón Eder, aparte de magnífico aforista también escribe cuentos. Aquí dejo uno.


CEMENTERIO DE ELEFANTES

El chalet alpino apareció de repente, cuando salí de una curva muy cerrada, al final de una carretera empinada como flotando en un cielo cárdeno e irreal. Dejé mi coche al lado de un viejo Mercedes, subí las escaleras de piedra y, nada más tocar la campanilla, ella misma abrió la puerta. Menuda, sonriente, elegantemente vestida la anciana me invitó a entrar.

Afuera había empezado a nevar haciendo muy agradable estar en aquel confortable salón junto a un alegre fuego que crepitaba en la chimenea.
La vieja dama me habló de las ventajas de vivir en Suiza, de sus viajes por Asia y de su gata que le regaló Greta Garbo y que dormitaba en un sofá de cuero como una divinidad .
Yo, que conocía su pasado mundano, le pregunté por las personas que más le habían impresionado en la vida, pero ella no me habló ni de políticos, ni de magnates ni de la alta sociedad. Con su voz ronca y musical me habló de sus amigos escritores: Joyce, Borges, Simenon, Graham Greene, Patricia Highsmith, Canetti y Nabokov. A todos los había conocido a lo largo de su dilatada vida y a todos los había entrevistado para diferentes periódicos. De todos ellos guardaba un recuerdo anecdótico preciso y de todos ellos hacía un comentario que era una revelación.
- Todos ellos murieron aquí, en la diminuta Suiza, que es un cementerio de elefantes. - me dijo ella - ¿Quieres saber por qué? Hay una conjura…
Pero su gata Sofie se arqueó en aquel preciso momento como una bailarina y maulló. Ella se levantó, le acarició el lomo diciéndole palabras cariñosas en alemán y le puso un poco de leche en un cuenco.


La situación era muy agradable, pero estaba anocheciendo y yo con prudencia dije que se estaba haciendo tarde y miré convencionalmente el reloj. La anciana sonrió y me dijo con cierto tono burlón mientras abría una botella de Châteauneuf-du-Pape:
- ¿Qué prisa tienes?
Y la fantástica situación continuó en aquella atmósfera encantada. Pero yo me quedé sin saber (ahora lo recuerdo), lamentablemente, por qué tantos grandes escritores se van a vivir a Suiza.

Ramón Eder

1 comentario :

Gemma dijo...

El cuento que nos copias tiene la seducción de la magia, o la magia de la seducción, porque me parece que ambas cosas posee.

En cuanto a su definición del aforismo, resulta sencillamente magistral.
Abrazos, Ada