Desde niña he sido mala,
con el corazón helado y difícil. Recuerdo su rostro y su pequeño cuerpo asomado
a la ventana del hospital. Agitaba la mano para saludarme y sonreía despeinada
y pálida, y gritaba desdentada, ‘hermana, hola hermana’. Yo saludaba con
desgana, con el gesto hastiado y enseguida miraba hacia otro lado para que me
dejara en paz, para no seguir viendo esos ojos que me atrapaban como un hilo
cosido con fuerza y con ternura. En aquella ventana vive una parte de nosotras,
de ahí jamás regresamos enteras.
MARÍA JESÚS SILVA
Fotografía: ROBERTO HERRERO
Fotografía: ROBERTO HERRERO
4 comentarios :
Hacía, por lo menos, 2 años que no leía tu blog (o más). Pero éso no impide que piense en tí cada día.
Un fuerte abrazo.
Hay algo de destrucción, en este texto.
M.
Certera y entrañable prosa.
Nos leemos.
Saludos.
No puedes quedarte indiferente ante este relato. Hay un desequilibrio entre la pretendida maldad y la ternura que te hace dudar.
Negar la compasión, no nos libra del sufrimiento.
Esa ventana y esa dos niñas atrapadas. Pura magia.
Un abrazo,
Publicar un comentario