Jorge G. Aranguren (San Sebastián, 1938) es poeta y narrador.
Ha ganado los premios de poesía Adonais con, De fuegos, tigres, ríos…, en 1976 y Ciudad de Irún con, Largo regreso a Ítaca y otros poemas, en 1972. También obtuvo el premio de relatos Ciudad de San Sebastián con, Últimas imaginarias, en 1974 y el de novela Villa de Bilbao con, El cielo para Bwana, en 1976.
Cofundó las revistas literarias Kurpil (1973-1977) y Kantil (1977-1981). El volumen Fuego lento (Universidad del País Vasco, Leioa, 1989) recoge su poesía completa hasta el año 1988.
Es asimismo autor de las novelas Un hueco en el mundo (Editorial Txertoa, San Sebastián, 1992) y Cuarto de luna (Ediciones Ttarttalo, San Sebastián, 2002). De los volúmenes de relatos Campo de besos (Editorial Dossoles, Burgos, 2000) y De un abril frío (Editorial Menoscuarto, Palencia, 2007) y de los poemarios Aquellas casas (Olerti Etxea, Zarauz, 2003) y Qué perezosos pies (Ediciones Trea, Gijón, 2007).
Un poema:
En una alcuza he metido
mi corazón de octubre a marzo,
o lo que va quedando de él.
Algo resbala por las paredes,
glucosa de una noche
muy reducida; la pasta de los sueños.
Bajo la tarima, silencioso,
hay un rostro que quiere subir a la superficie
y no le dejan; las gotas lo deslíen,
lo restituyen muy lentamente a sus playas.
Hay racimos sueltos, desenlazados,
caen desde la encarnadura del reloj;
el futuro abre una puerta, no pide pan,
amaga con su blanco palo de ciego
y deja un rastro débil de jalea.
A este corazón no le van nada los conservantes,
las penas y los demás alcoholes:
late de octubre a marzo con siete vueltas de muelle.
Me falta darle color.
JORGE G. ARANGUREN
mi corazón de octubre a marzo,
o lo que va quedando de él.
Algo resbala por las paredes,
glucosa de una noche
muy reducida; la pasta de los sueños.
Bajo la tarima, silencioso,
hay un rostro que quiere subir a la superficie
y no le dejan; las gotas lo deslíen,
lo restituyen muy lentamente a sus playas.
Hay racimos sueltos, desenlazados,
caen desde la encarnadura del reloj;
el futuro abre una puerta, no pide pan,
amaga con su blanco palo de ciego
y deja un rastro débil de jalea.
A este corazón no le van nada los conservantes,
las penas y los demás alcoholes:
late de octubre a marzo con siete vueltas de muelle.
Me falta darle color.
JORGE G. ARANGUREN
Poema incluido en el libro Fuego lento (Universidad del País Vasco, 1989)
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Foto: canales.nortecastilla.es
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