julio 15, 2009

ANTÓNIO LOBO ANTUNES



El médico y escritor portugués António Lobo Antunes (Lisboa, 1942) ha sido candidato al Premio Nobel de Literatura. Destacan sus libros Fado alejandrino, Auto de los condenados, Las naves, Tratado de las pasiones del alma, El orden natural de las cosas, La muerte de Carlos Gardel, Manual de inquisiciones, Exhortación a los cocodrilos, No entres tan deprisa en esa noche oscura: poesía, ¿Qué haré cuando todo arde?, Buenas tardes a las cosas de aquí abajo, Yo he de amar a una piedra y Sonetos a Cristo.

Un relato breve:

CHOPIN ES UN POLLO

Mis padres, preocupados por mi indiferencia escolar (me pasé todo el bachillerato fumando a escondidas y espiando a la mujer del farmacéutico, y la carrera jugando al ajedrez en un cuartucho sin ventanas detrás de los vestuarios), me buscaron preceptores decididos a meterme en la cabeza, a la fuerza, lo que me negaba a aprender. Entre otros verdugos, cuando yo tendría unos trece o catorce años y una alergia feroz a las clases, contrataron a un hombre gordo para que lograra extasiarme con el dibujo lineal, juntando cubos, cilindros y pirámides, en perspectiva y en alzado, sobre papel milimetrado. Era en un segundo piso que daba al Jardim das Amoreiras, oloroso a entretela y a albóndigas, donde el calvo verdugo sudaba de desesperación mientras gruñía:
- Burro
al tiempo que yo, en vez de escucharle, atendía a las lecciones de piano del piso vecino, donde una niña (estaba convencido de que se trataba de una niña con un lazo rosa en el pelo, corrector dental y calcetines blancos) tocaba Chopin como quien despluma un pollo vivo. El sufrimiento del pollo casi me hacía llorar de pura lástima, y al día siguiente me sorprendía a mí mismo buscando semifusas entre los ojos de aceite de la sopa y afirmándole a mi madre, mientras retiraba el plato con el dorso de la mano:
-No quiero Chopin
y ella miraba también la sopa, temerosa de que apareciese una “Polonesa” o un “Nocturno” flotando entre los menudos. Mi repugnancia por la carne de gallina se hacía más intensa a medida que transcurrían las clases del Jardim das Amoreiras, donde lo que me apetecía era alejarme del calvo y salvar al compositor moribundo de entre los dedos asesinos de la niña del alambre en los dientes, llevármelo para casa bajo el brazo y dejarlo a su aire en el corral, escribiendo sus valses. Siempre que había sopa yo argumentaba, inamovible
-No mastico músicos
recordando al Chopin asesinado tres veces por semana, a la izquierda de donde se desarrollaba la proyección de las esferas. De la sopa pasé al vol-au-vent, a las empanadillas, al arroz de gallina y al pollo asado, después de todo lo cual empecé a negarme a ir a la Feria Popular, en cuyos restaurantes unos hombres con delantal me invitaban a banquetes antropófagos, donde decenas de Chopins atravesados por espetos giraban chorreando grasa sobre las brasas.
Todavía hoy, después de tanto tiempo, siento deseos de hacer que metan presos a los avicultores y prenderle fuego a todos los “Reyes del Pollo” que encuentro por Lisboa atestados de clientes, chupando huesecillos de corcheas y echando salsa sobre las alas de allegretos. Estoy seguro de que en aquel piso del Jardim das Amoreiras, cuando las bandadas de palomos levantan vuelo, la niña del lazo sigue, arrancándole penas y ayes a un piano agonizante.
Estoy convencido de que los domingos se come Chopin con patatas fritas junto con los pasteles de queso que ha comprado dando un paseo en Opel por Cintra. Nadie habla. Nadie se preocupa. Nadie se interesa. Nadie protesta. Geenpeace no hace nada. Amnistía Internacional enmudece. Se ignoran los derechos humanos. Pero puedo aseguraros que, siempre que me acerco a la puerta de una parrillada, escucho en las tripas de los clientes, cuando salen del lugar con un palillo en los dientes, insultando al gobierno (los del palillo insultan al gobierno y los que no tienen palillo insultan a la vida), escucho, decía, los borborigmos en clave de sol que suenan en las tripas de los clientes, algo asordinados por el aguardiente.

ANTÓNIO LOBO ANTUNES
Relato incluido en Sonetos a Cristo (Alianza Editorial; Madrid, 1997).
Traducción: Dolores Vilavedra.
Foto: atuleirus.weblog.com.pt

3 comentarios :

SONIA FIDES dijo...

Siempre es atrayente el personalísimo mundo de Antunes. Te transporta y eso es altamente importante para un lector.


Un abrazo

Fernando dijo...

El escritor vivo que más me emociona. Es un loco que cura locos. Es un genio que pocos entienden. Me maravilla su escritura, su poetica, aunque el dice que escribe libros porque no puede escribir poesía, enfin que soy un incondicional de su obra.

Roberto dijo...

¡¡Qué bueno!!