Por fin he vuelto a París. La ciudad de la luz y del amor. De su amor.
Estoy visitando los lugares por los que tantas veces he andado. Me he asomado a la rue de Seine y al Pont des Arts por si los encontraba allí, abrazados. Oliveira con su rosa amarilla y la Maga con sus velas verdes, bajo la lluvia fina, empapando sus cabellos como si miles de lucecitas se hubieran alojado en ellos. Entonces me he sacudido el agua y he recordado que se separaron para siempre, que cayeron en un silencio eterno para el resto de su espacio, que se les quedó dormido "el mundo de los peces colgados en el aire”, que huele ausencia su recuerdo.
Ahora estoy aquí parada, delante de tu tumba, en este cementerio de Montparnasse, donde vives desde hace unos años. Anochece en rosa y me gustaría que tu alma se reuniera conmigo para tomar una copa de vino y hablar. Se me quedaron colgadas del tiempo un montón de preguntas. Quizás sigas reuniéndote en el “Club de la serpiente”, de incógnito, para que te reconozcan sólo los elegidos. Házmelo saber, tenemos una conversación pendiente en la que me has de contar por qué Horacio Oliveira se dio cuenta demasiado tarde de que la Maga es inolvidable y vivirá siempre adherida a su vida. El por qué se acurrucaba en los brazos de Pola si deseaba los de la Maga. Por qué no supo descifrar los secretos guardados en una mirada, en un silencio -ella se lo dijo todo con sus ojos-. Por qué, recostado en la ventana del manicomio, vuelve la Maga en la figura de Talita jugando a la rayuela… Nunca la olvidó, ¿verdad?, vivió un presente sustentado en los recuerdos.
Esta mañana deambulaba por las calles del barrio latino mientras pensaba que cualquier pareja podrían ser ellos. Me quedé mirando, para descubrirles al voltear una esquina, en unos escalones sentados, en cualquier bicicleta que paseaba llevando en su cesta unos libros entre la niebla difusa con olor de cruasanes y pan recién hecho.
Comienza a llover… Te dejo mi nota, por si me quieres volver a encontrar, y tu dibujo de rayuela en la que la primera casilla es la tierra y la última el cielo. De una ya te has ido, lo que no puedo saber es si has logrado llegar a la última, si te paseas por ese cielo de los deseos y los sueños junto a Horacio y la Maga. Sé que ellos “al besarse alcanzaron la última casilla de la Rayuela”.
Estoy visitando los lugares por los que tantas veces he andado. Me he asomado a la rue de Seine y al Pont des Arts por si los encontraba allí, abrazados. Oliveira con su rosa amarilla y la Maga con sus velas verdes, bajo la lluvia fina, empapando sus cabellos como si miles de lucecitas se hubieran alojado en ellos. Entonces me he sacudido el agua y he recordado que se separaron para siempre, que cayeron en un silencio eterno para el resto de su espacio, que se les quedó dormido "el mundo de los peces colgados en el aire”, que huele ausencia su recuerdo.
Ahora estoy aquí parada, delante de tu tumba, en este cementerio de Montparnasse, donde vives desde hace unos años. Anochece en rosa y me gustaría que tu alma se reuniera conmigo para tomar una copa de vino y hablar. Se me quedaron colgadas del tiempo un montón de preguntas. Quizás sigas reuniéndote en el “Club de la serpiente”, de incógnito, para que te reconozcan sólo los elegidos. Házmelo saber, tenemos una conversación pendiente en la que me has de contar por qué Horacio Oliveira se dio cuenta demasiado tarde de que la Maga es inolvidable y vivirá siempre adherida a su vida. El por qué se acurrucaba en los brazos de Pola si deseaba los de la Maga. Por qué no supo descifrar los secretos guardados en una mirada, en un silencio -ella se lo dijo todo con sus ojos-. Por qué, recostado en la ventana del manicomio, vuelve la Maga en la figura de Talita jugando a la rayuela… Nunca la olvidó, ¿verdad?, vivió un presente sustentado en los recuerdos.
Esta mañana deambulaba por las calles del barrio latino mientras pensaba que cualquier pareja podrían ser ellos. Me quedé mirando, para descubrirles al voltear una esquina, en unos escalones sentados, en cualquier bicicleta que paseaba llevando en su cesta unos libros entre la niebla difusa con olor de cruasanes y pan recién hecho.
Comienza a llover… Te dejo mi nota, por si me quieres volver a encontrar, y tu dibujo de rayuela en la que la primera casilla es la tierra y la última el cielo. De una ya te has ido, lo que no puedo saber es si has logrado llegar a la última, si te paseas por ese cielo de los deseos y los sueños junto a Horacio y la Maga. Sé que ellos “al besarse alcanzaron la última casilla de la Rayuela”.
Besos desde este París de los recuerdos.
AGAMAL
Frases en cursiva extraídas del libro: Rayuela, Julio Cortázar.
AGAMAL
Frases en cursiva extraídas del libro: Rayuela, Julio Cortázar.
Esta carta ganó el segundo premio del concurso: Carta a un escritor, del Ayuntamiento de Fuenlabrada 2007.
Foto: www.flick.com
Texto:María Jesús Silva
4 comentarios :
París, Cotázar y La Maga...
quizá algo de niebla sobre el Sena,
quizá la luz amarillenta de las farolas,
quizá el tiempo perdido...
Quizá no hay tiempo perdido,
quizá sólo algunos no encontramos un tiempo que nos habite, un tiempo que nos espere.
Besos
He recorrido con esta preciosa carta dos caminos uno hasta la estantería donde Cortazar me incita a una nueva lectura de Rayuela y otra a las calles y los puentes de París, adoro París.
Mientras te leía imaginaba un amanecer neblinoso y tibio con olor a cruasanes y pan recién hecho.
Besos,
Así es como yo viví mis días en París, entre la niebla y los cruasanes, entre sus puentes, y perdida cien veces en sus calles.
Besos.
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