José Emilio Pacheco nació en Ciudad de México el 30 de junio de 1939. Es poeta, traductor, ensayista, novelista y cuentista. Ha publicado, entre otros, los poemarios Los elementos de la noche (1963), El reposo del fuego (1966), No me preguntes cómo pasa el tiempo (1969), Irás y no volverás (1973), Islas a la deriva (1976), Tarde o temprano (1980), Los trabajos del mar (1983), Alta traición (1985), Miro la tierra (1986), Ciudad de la memoria (1991), El silencio de la luna (1994), Siglo pasado (desenlace) (2000), En resumidas cuentas (2005). Tradujo textos de T.S. Eliot, Malcom Lowry, Ezra Pound, Tennessee Williams, Marcel Schwob, etc. Fue profesor en universidades de EE UU, Canadá e Inglaterra. Ha recibido algunos de los principales premios literarios iberoamericanos.
Es un poeta al que llevo 'poco' tiempo leyendo. Descubro en varios de sus poemas una extraña conexión, un hilo conductor que se encuentra en lo contrapuesto: realidad-ficción, silencio-ruido, llegar-partir, vida-muerte.... A mí siempre me gustó la oscuridad porque existe la luz. Sus poemas son una delicia, podría leerlos durante horas, cualquier tarde de algunos días.
Dos poemas:
CUENTO DE ESPANTOS
Ayer la vi. No me lo van a creer.
Ayer me encontré con ella en el parque
por donde caminábamos a los veinte años.
Está igual que siempre.
En todo caso la muerte
la ha embellecido, la rejuvenece, la hace
adolecer de adolescencia.
Ya no tiene veintidós años,
sino dieciocho a lo sumo.
Quién penetra el misterio
de estos números y estos años,
su más tiempo de muerta que edad de vida.
Pero cómo ilumina los dos orbes
y es la estrella
del alba y el crepúsculo:
muchacha para siempre, también sombra
que nunca volverá de las tinieblas.
La vi de lejos y como es natural
me fue imposible dominar el impulso
de acercarme, verla de nuevo, implorarle:
“No sabes cómo te extraño.
No me resigno a perderte.
No te he olvidado”.
Abrí la boca. No pude
pronunciar la menor palabra.
Me congeló la mirada
que sin decirlo decía:
“¿Cómo se atreve, señor?
¿No se ha visto al espejo?
¿No hay calendarios?
¿No toma en cuenta
Las edades que nos separan?”
Y de este modo yo,
el aún vivo,
me convertí en fantasma.
Dos poemas:
CUENTO DE ESPANTOS
Ayer la vi. No me lo van a creer.
Ayer me encontré con ella en el parque
por donde caminábamos a los veinte años.
Está igual que siempre.
En todo caso la muerte
la ha embellecido, la rejuvenece, la hace
adolecer de adolescencia.
Ya no tiene veintidós años,
sino dieciocho a lo sumo.
Quién penetra el misterio
de estos números y estos años,
su más tiempo de muerta que edad de vida.
Pero cómo ilumina los dos orbes
y es la estrella
del alba y el crepúsculo:
muchacha para siempre, también sombra
que nunca volverá de las tinieblas.
La vi de lejos y como es natural
me fue imposible dominar el impulso
de acercarme, verla de nuevo, implorarle:
“No sabes cómo te extraño.
No me resigno a perderte.
No te he olvidado”.
Abrí la boca. No pude
pronunciar la menor palabra.
Me congeló la mirada
que sin decirlo decía:
“¿Cómo se atreve, señor?
¿No se ha visto al espejo?
¿No hay calendarios?
¿No toma en cuenta
Las edades que nos separan?”
Y de este modo yo,
el aún vivo,
me convertí en fantasma.
TITÁNIC
Nuestro barco ha encallado tantas veces
que no tenemos miedo de ir hasta el fondo.
Nos deja indiferentes la palabra catástrofe.
Reímos de quien presagia males mayores.
Navegantes fantasmas, continuamos
hacia el puerto espectral que retrocede.
El punto de partida ya se esfumó.
Sabemos hace mucho que no hay retorno posible.
Y si anclamos en medio de la nada
seremos devorados por los sargazos.
El único destino es seguir navegando
en paz y en calma hasta el siguiente naufragio.
JOSÉ EMILIO PACHECO
Foto: http://www.elpais.com/
1 comentario :
He comenzado a leer su poesìa, no se puede permanecer indiferente a ella. Es como si de un golpe te bajara a la tierra.
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