Antonio Colinas (La Bañeza, León, 1946) ha publicado los siguientes libros de poemas: Poemas de la tierra y de la sangre (Diputación Provincial; León, 1969), Preludios a una noche total (Rialp; Madrid, 1969), Truenos y flautas en un templo (C.A.G. de Guipúzcoa; 1972), Sepulcro en Tarquinia (Diputación Provincial; León, 1975), Astrolabio (Visor; Madrid, 1979), En lo oscuro (Cuadernos de Cera; Rota, 1971), Poesía, 1967-1980 (Visor; Madrid, 1982), Noche más allá de la noche (Visor; Madrid, 1983), Poesía, 1967-1981 (Visor; Madrid, 1984), La viña salvaje (Antorcha de Paja; Córdoba, 1985), Diapasón infinito (Tallers Chardon y Yamamoto; Barcelona, 1986), Dieciocho poemas (Caixa Balears; Ibiza, 1987), Jardín de Orfeo (Visor; Madrid, 1988), Los silencios de fuego (Tusquets; Barcelona, 1992), La hora interior (Taller Joan Roma; Barcelona, 1992), El río de sombra. Poesía 1967-1990 (Visor; Madrid, 1994), Pájaros en el muro (Taller Joan Roma; Barcelona, 1995), Libro de la mansedumbre (Tusquets; Barcelona, 1997), Córdoba adolescente (CajaSur; Córdoba, 1997), El río de sombra. Treinta años de poesía, 1967-1997 (Visor; Madrid, 1999), Amor que enciende más amor (Plaza y Janés; Barcelona, 1999), Nueve poemas (Celya; Salamanca, 2000), Junto al lago (Cuadernos para Lisa; Salamanca, 2001), Tiempo y abismo (Tusquets; Barcelona, 2002), La hora interior. Antología poética 1967-2001 (Junta de Castilla y León, 2002), Seis poemas (Instituto de la Lengua de Castilla y León; Burgos, 2003), Treinta y ocho poemas (Real Casa de la Moneda; Madrid, 2003), En Ávila unas pocas palabras (Ediciones de El Gato Gris; Valladolid, 2004), La luz es nuestra sangre, Antología (Edilesa; León, 2006), Donde la luz llora luz (El Gato Gris; Valladolid, 2007), Antología (Caja Canarias; Tenerife, 2007), Riberas del Órbigo (Ayuntamiento de La Bañeza, 2007), Desiertos de la luz (Tusquets; Barcelona, 2008).
Un poema:
EN EL MUSEO
Quisiera penetrar en ese cuadro,
ser en su leve espacio forma leve,
aroma de su atmósfera madura.
Estar en ese cuadro como está
el agua melodiosa de la acequia,
el cielo malva en paz entre las nubes
o esa luz que desciende como nieve
de hierba o como el oro de los prados.
Regresaría al huerto de la infancia
que perdí, al desnudo de mujer
que es todos los desnudos, a los pinos
de Roma o a esas calles italianas
donde me extravié y fui dichoso.
¡Fundirse en arte para no morir!
Y sabiendo que es mucha la alegría,
el goce de envolverme en esa luz
y ser tiempo en el cuadro que no muere,
quisiera yo también, por ser humano,
entrar en él para probar dolor,
la luz gris de visillos y de espejos.
Sentir amor y respirar nostalgia
junto a los personajes de los cuadros,
que hieren y, a la vez, nos dan placer.
Penetrar en el cuadro y recibir
de repente el temblor de los cerezos
en el rostro como un fuego que inflama.
No existir, mas durar en las miradas
de cada visitante del museo.
No existir, mas arder muy lentamente
en las llamas-colores del pintor.
No ser nunca como es la carne nuestra,
que no cesa en su grito, y que perece.
ANTONIO COLINAS
Poema incluido en el libro Los silencios de fuego (Tusquets; Barcelona, 1992).
Un poema:
EN EL MUSEO
Quisiera penetrar en ese cuadro,
ser en su leve espacio forma leve,
aroma de su atmósfera madura.
Estar en ese cuadro como está
el agua melodiosa de la acequia,
el cielo malva en paz entre las nubes
o esa luz que desciende como nieve
de hierba o como el oro de los prados.
Regresaría al huerto de la infancia
que perdí, al desnudo de mujer
que es todos los desnudos, a los pinos
de Roma o a esas calles italianas
donde me extravié y fui dichoso.
¡Fundirse en arte para no morir!
Y sabiendo que es mucha la alegría,
el goce de envolverme en esa luz
y ser tiempo en el cuadro que no muere,
quisiera yo también, por ser humano,
entrar en él para probar dolor,
la luz gris de visillos y de espejos.
Sentir amor y respirar nostalgia
junto a los personajes de los cuadros,
que hieren y, a la vez, nos dan placer.
Penetrar en el cuadro y recibir
de repente el temblor de los cerezos
en el rostro como un fuego que inflama.
No existir, mas durar en las miradas
de cada visitante del museo.
No existir, mas arder muy lentamente
en las llamas-colores del pintor.
No ser nunca como es la carne nuestra,
que no cesa en su grito, y que perece.
ANTONIO COLINAS
Poema incluido en el libro Los silencios de fuego (Tusquets; Barcelona, 1992).
Imagen: elmundo.es
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