Thomas Bernhard (Heerlen, Países Bajos, 1931 – Gmunden, Austria, 1989), escritor cáustico, pesimista, rebelde y furiosamente antinacionalista, publicó una veintena de novelas (Helada, Trastorno, La calera, Corrección, Sí, Los comebarato, Hormigón, El malogrado, Tala, Maestros antiguos, Extinción, etc.), pero también piezas de teatro (La montaña, Una fiesta para Boris, El ignorante y el demente, La fuerza de la costumbre, La partida de caza, El reformador del mundo, Simplemente complicado), poemarios (In hora mortis, Bajo el hierro de la luna, Ave Virgilio), autobiografías (El origen, El sótano, El aliento, El frío, Un niño) y muchos relatos breves.
Tres textos breves:
IMAGINACIÓN
Cerca del barrio copto de El Cairo nos llamaron la atención calles enteras en cuyas casas de cuatro y cinco pisos se criaban miles de gallinas y cabras y hasta cerdos. Intentamos imaginarnos qué se oiría si esas casas ardieran.
DOBLE
Un hombre de Trebinje, que realmente tenía un parecido extraordinario con el Presidente de Yugoslavia, ofreció a la Cancillería de Estado de Belgrado ponerse a su disposición para tareas especialmente fatigosas del Presidente de Yugoslavia, no sin hacer una relación exacta de las tareas que, según creía, podía realizar sin más en lugar del Presidente y para las que el Presidente actual, sin embargo, le parecía ya demasiado débil. Sería para él un honor, dijo, asumir en lugar del Presidente de la llamada República Popular de Yugoslavia aquellas tareas que el Presidente no tuviera que realizar sin falta personalmente, y no pedía nada por los servicios que ofrecía. Como el hombre que hizo ese ofrecimiento a Belgrado, hace ya tres años, ha desaparecido desde entonces hasta hoy, mucha gente cree, no sólo en Trebinje y sus alrededores, sino, entretanto, en toda Yugoslavia, que hace mucho tiempo que ha empezado a prestar sus servicios en la capital yugoslava. Las personas que expresan su sospecha son tachadas de difamadoras. Los que pretenden saber que ese hombre ha sido metido en la cárcel o internado en un manicomio o liquidado hace tiempo son tachados igualmente de difamadores. En consecuencia, todos los yugoslavos son difamadores.
LA MOZA
La semana pasada vimos cómo cinco vacas, una tras otra, se precipitaban contra el expreso con el que tuvimos que volver a Viena, resultando totalmente destrozadas. Después de haber limpiado la vía el personal del tren e incluso el maquinista, que acudió con un zapapico, el tren continuó su viaje tras una detención de unos cuarenta minutos. Al mirar por la ventanilla, pude ver a la moza que corría llorando hacia una granja envuelta en el crepúsculo.
THOMAS BERNHARD
Textos incluidos en el libro El imitador de voces (Alfaguara; Madrid, 1984).
Traducción: Miguel Sáenz.
Imagen: classicaldrone.blogspot.net
Tres textos breves:
IMAGINACIÓN
Cerca del barrio copto de El Cairo nos llamaron la atención calles enteras en cuyas casas de cuatro y cinco pisos se criaban miles de gallinas y cabras y hasta cerdos. Intentamos imaginarnos qué se oiría si esas casas ardieran.
DOBLE
Un hombre de Trebinje, que realmente tenía un parecido extraordinario con el Presidente de Yugoslavia, ofreció a la Cancillería de Estado de Belgrado ponerse a su disposición para tareas especialmente fatigosas del Presidente de Yugoslavia, no sin hacer una relación exacta de las tareas que, según creía, podía realizar sin más en lugar del Presidente y para las que el Presidente actual, sin embargo, le parecía ya demasiado débil. Sería para él un honor, dijo, asumir en lugar del Presidente de la llamada República Popular de Yugoslavia aquellas tareas que el Presidente no tuviera que realizar sin falta personalmente, y no pedía nada por los servicios que ofrecía. Como el hombre que hizo ese ofrecimiento a Belgrado, hace ya tres años, ha desaparecido desde entonces hasta hoy, mucha gente cree, no sólo en Trebinje y sus alrededores, sino, entretanto, en toda Yugoslavia, que hace mucho tiempo que ha empezado a prestar sus servicios en la capital yugoslava. Las personas que expresan su sospecha son tachadas de difamadoras. Los que pretenden saber que ese hombre ha sido metido en la cárcel o internado en un manicomio o liquidado hace tiempo son tachados igualmente de difamadores. En consecuencia, todos los yugoslavos son difamadores.
LA MOZA
La semana pasada vimos cómo cinco vacas, una tras otra, se precipitaban contra el expreso con el que tuvimos que volver a Viena, resultando totalmente destrozadas. Después de haber limpiado la vía el personal del tren e incluso el maquinista, que acudió con un zapapico, el tren continuó su viaje tras una detención de unos cuarenta minutos. Al mirar por la ventanilla, pude ver a la moza que corría llorando hacia una granja envuelta en el crepúsculo.
THOMAS BERNHARD
Textos incluidos en el libro El imitador de voces (Alfaguara; Madrid, 1984).
Traducción: Miguel Sáenz.
Imagen: classicaldrone.blogspot.net
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