octubre 01, 2009

EL LIBRO DE SARA / MIGUEL ÁNGEL GARA

EL LIBRO DE SARA
De Miguel Ángel Gara
(Ed. El árbol espiral 2004)

Loco de beber
Por Esteban Gutiérrez Gómez

Cuando me cae un poemario como este entre las manos y comienzo a desgranar sus versos, no puedo menos que contentarme con leer uno de sus fragmentos, cerrar los ojos y dejarme llevar. Suelo acabar en otro mundo, lleno de cosas diferentes, difíciles de explicar. Las metáforas abismales que contiene El libro de Sara son objetos preciosos de planetas desconocidos. El barro lírico con que se forjan, cercano a los poemas en prosa de mi amigo y maestro Irazoki, traspasa la belleza para llegar al alma de los mortales, de la buena gente que se estremece con un simple atardecer o por ver cimbrearse un campo de trigo o al sentir rugir el océano. De esos mortales.
Todas las sensaciones se muestran en El libro de Sara. Sara, la buscadora, Sara, la sufridora; Sara, la maltratada; Sara, la sensual. Sara. Sara que no acaba de asumir el egoísmo del mundo y la insensibilidad del semejante. Sara, la ultrajada; Sara, la deseosa; Sara, la clitoriana; Sara, la diosa. Sara. Cualquier Sara.
Miguel Ángel Gara escribe una continua elegía, un único poema rico en descripciones y elipsis, buscándose a sí mismo y, a la vez, haciéndonos ver a nosotros el grado de sensibilidad que se guarece en el interior, en esa cosa difusa que nos mueve y llamamos ánima.
Como en el pozo de los sueños, a más profundidad del hálito, más fuerte es el golpe de la caída de las metáforas.
Chuchillo de retina.
El eco marcado sobre la piel de palabras esculpidas, cicatrices sobre el barro forjadas por el tiempo.
Tantas estaciones.
El resonar de los latidos de un corazón que vibra todavía, todavía...
...y el pasado es el dios a adorar.
Como en el pozo de los sueños, enloquezco si no me dejo llevar, si no vuelvo a releer, si me apartan el cuenco de pasta de papel colmado de palabras.
Me llamo Sara y viví entre las uvas negras.
Viví en las noches de risas estiradas hacia mis cicatrices.
Y una costra, la fuente en que te di a beber del ruido limpio de nuestros
corazones tronando entre las sábanas.
Porque ayer en ti y en mí y por los cauces de mis llagas corre el amor y
la mentira y vuelas con tus manos en mi cuerpo.
El fin fue nuestra búsqueda.
Tú me rozas y yo despierto entre los brazos sin destino que aún no
conoces.
Desaparezco en las lindes de unos ojos que no recuerdas ya.



EL LIBRO DE SARA
De Miguel Ángel Gara(Ed. El árbol espiral 2004)

Por María Jesús Silva

Miguel Ángel Gara abre este poemario con una voz femenina a la que llama Sara y da título al libro. En el primer poema se presenta, y lo hace con esa voz en pasado: Me llamo Sara y viví entre las uvas negras. Así vamos conociendo el presente de Sara envuelto en pasado. Esa voz habla a una segunda persona, que ya no existe de la forma en que lo hizo, sino en el cambio que ha sufrido. La descubrimos desde los deseos, la tristeza, la ausencia que ha dejado: Desaparezco en las lindes de unos ojos que no recuerdas ya. El poema que cierra el libro lo hace en presente, con leves pinceladas de lo que será el futuro, haciéndonos entender el viaje interior por el que ha transcurrido algunos años y mostrándonos lo que es: Soy Sara la de las uvas agrias, pájaro que infecta los despojos de todos mis festines./ Sara seré imagen transcurrida en los cristales que dan a tapias recién levantadas.(...)/ Acaba lo que amamos y el pasado es el dios a adorar.El conjunto de versos que componen los poemas tienen vida propia, podrían sujetarse fuera del poema, independientes.

Ej:
Pág, 15.
La juventud eres tú, me dijiste, en un susurro que recordaba el sonido del río.(...)
Y tu dolor que bailaba en columnas al suelo.(...)
La figura retórica que predomina en el poemario es el retrato, nos da la descripción moral y física de la persona, a la vez que nos acerca a la imagen de esa segunda persona que es una elipsis proyectada en el conjunto.
Ej:
Pág, 14
El nuestro no fue amor más que el insecto se introduce en el aire, pero
me amaste tanto que es tiempo de matar o de morir.(...)
Pág, 15
Eras en ti, siempre en ti y no había nada en medio, ni siquiera la luz.(...)Pág, 26
Ante el anhelo del sonido de las guitarras subía las escaleras en silencio.
Respondía con un escalofrío todo mi cuerpo y buscaba los espacios
libres.(...)
Pág, 30
Entre esas noches una insoportable luz que sólo en mis mejillas poseía
se apagaba con la huída que anunciaba su regreso.(...)
Pág, 31
Inventabas los términos que dan título al bodegón, aún creías lo que
pensabas.(...)


La enumeración aparece formando grupo dentro de los poemas.
Ej:
Pág, 14
El azar de lo hecho.
Rastrillar en las aguas una sed extinguida.
El pecho entre las curvas que hacia el cielo formaron las escaleras de la
imaginación.
La violencia de las uñas recién cortadas.
El moratón en el pómulo como un seno infantil.
Mi llegada a la vida y el cariño en los besos que el aire retenía al
sucumbir la tarde.(...)
Pag, 19
La ciudad estaba tan lejana que las casas eran estrellas negras.
El hogar era mi padre que andaba por las baldosas con las barbas
mesadas, roncando la soledad que le convertía en sombra.
En la mesa se amaba con su cobardía, lamiéndole el rostro ennegrecido.
La vida transcurría como el perro famélico hambriento de órdenes.(...)
El epifonema cierra casi la totalidad de los poemas.
Ej:
Pág, 25
En mí no contaban los libros que trataban de anidar en mis rodillas,
incluso la lluvia era una excusa para el amor y el sol.
El artesonado que formaban los árboles para sujetar el calor fue el fragor
de las sonrisas donde poco después, por fin, te aparecías.
Pág, 33
Tú me recibiste en tu vida ordenada y era el peligro, el fulgor de la pátina
pura ante el encurtido de los días.
Eso me enviaba.
Y eso me dijiste.
Pág, 34
Confundí nuestra respiración acompasada, ritmo levadizo de la ambición.
Los extravíos con los ladridos del deseo.
Cayeron las cáscaras de nuestras sonrisas y la mentira fue sumidero de
actos.

El símil abunda en el poemario.
Ej:
Pág, 27
Sillas cómodas y azules como ríos que nunca fluyeron.(...)
Pág, 29
Enormes mansiones fueron construidas tan sólo para mí y sus moradores
eran lejanos como los astros de mi infancia.
Pero yo quería tocarlos como se toca de lejos el apego y mi tacto...
Pág, 39
Los consejos eran sabios como hombres desnudos y rijosos.(...)
Invocación constante de la persona a la que se dirige.
Ej:
Pág, 40 (poema íntegro)
Al volante de tu coche me decías “cariño, la carretera lleva el brillo del
esmalte de tus uñas.”
“La lluvia patina en el asfalto el reflejo de agosto,” aseguraste “y tu piel
sorbió de mi fuente en la clase en que enseñaba arte.”
“Tus ojos abiertos”, me dijiste, “eclipsaban las cosas con su luz.”
“Me excité”, chillaste, “mi niña, me excité, y tu boca de fresa recogió mi
presuroso orgasmo.”
“Nunca hubiera podido de no ser porque un ángel se posó en tu mirada o
era acaso un diablo.”
Esa tarde tu voz era una barahúnda de pardales, gozaste y exploraste el
aire con tus gritos.
Uno de los pájaros se posó en mi garganta y dejé de escucharle porque
sólo era tú.
Las metáforas y las imágenes metafóricas se suceden a lo largo de todos los poemas, una tras otra.
Ej:
Pág, 41
Su chasquido mostraba la satisfacción de objeto útil, la seguridad que
ofrecen los cuerpos que derivan de una luz que se puede palpar.
La despedida era un suspiro de lanzas enfrente del jardín.
Pág, 45
Tu chaqueta se roía en el angosto paso de las ilusiones extraviadas.(...)Pág, 47
Tu lectura en vuelo de fragancias, decías, mancha de cantueso mis
piernas cumbres.(...)
Pág, 50
El hábito fue la segunda naturaleza y era el hueco de tu dedo el arma
arrojadiza que siempre regresaba a mi cintura, al dolor de tus labios.(...)
Pág, 51
Se cumplió el recado que mi vida susurró a tu ilusión, el placer
continuaba y eran llamas los trazos de tus anchos pinceles.(...)
Los verbos más utilizados dentro de los poemas son el presente, el pretérito imperfecto y el pretérito perfecto simple. Son tiempos elegidos adecuadamente para la descripción y la narración que han formado una historia a través de los versos.
Los versos libres y largos, así consigue el poeta dotar de un ritmo lento y un tono grave a la expresión.

Opinión personal:
Es un poemario que encierra una historia terrible y fascinante. Una historia a tres. Esa tercera persona es a la que Sara se dirige y recuerda, para él están escritos los versos cuyas imágenes nos llevan al pasado que vivió y del que no se puede desprender. Es una trama que encadena ese pasado como una carga de felicidad y de culpa, de deseos y de abandonos. Son silencios que no se pueden gritar, queman. Existe en esos silencios penetrantes una indirecta al pecado, a su persona impura.
El poeta ha sabido reflejar lo miserable que se puede sentir una mujer después de un abandono, lo feliz que fue cuando construía un sueño en un espacio irreal al que sólo ella, ahora, tiene acceso a través de los recuerdos. El vacío que acompaña su presente y la desdicha de un futuro edificado contra las tapias.
Soy Sara la de las uvas agrias, pájaro que infecta los despojos de todos
mis festines.
Mi marido es mi olvido como fue mi placer.
Sara seré imagen transcurrida en los cristales que dan a tapias recién
levantadas.
Frente a espejos enfrentados a los mínimos detalles de la cara, la caricia
es aire en los cuartos ajenos.
Con las sábanas manchadas tan cerca de la arruga recién aparecida que
puede ser mía.
En las sombras que se juntan al arremangarme las horas vuelan los
vencejos o los murciélagos.
Acaba lo que amamos y el pasado es el dios a adorar.

2 comentarios :

Luisa dijo...

Tiene algo de mitológico Sara. Sara es el eterno femenino y sus constantes pulsos. Me ha parecido una muestra estupenda.

Muy bueno el análisis y los versos elegidos.

Un beso.

Tesa Medina dijo...

Me quedo con la fascinación que me transmites por este poemario, con algunas bellas metáforas que brillan como ráfagas de vida, independientes, lúcidas y dolorosas.

Pero no creo que el pasado sea el dios adorar, si acaso el presente, que es lo único real, el pasado ya se fue con su gozo y su dolor, el futuro no existe. No hay que dejar que el presente se nos escurra entre añoranzas y sueños.

Sigo por aquí un rato, aprovechándome de tus desvelos por hacernos amar a los poetas.


Un abrazo, Ada, y achuchón para Holly