El argentino Esteban Peicovich (1930) es poeta y periodista. Cuenta que, a los 12 años, de pesador de chilled y frozen beef en un frigorífico de la La Plata pasó a redactor, columnista y crítico de cine en el diario Clarín. Así obtuvo, en 1963, el Premio Nacional al mejor periodista en prensa. Durante el periodo 1974-1988 residió en España. Después volvió a su país de origen, donde hizo programas de radio y televisión. Actualmente es columnista del diario La Nación. Ha publicado los poemarios Palabra limpia de mí (1960), La vida continúa (1963), Poemas plagiados (1970), Instrucciones al pavo real (1993), La bañera azul (1994), Poemas plagiados II (2000).
Un poema:
LA CREMACIÓN
En el invierno de 1990
Dios cometió un error de sintaxis.
Deshizo de un soplo la tierra llamada Juliana
y a la flor que ella era le apagó
su júbilo en el centro.
De pájaro en pájaro, desatada del aire,
milagro parecía entrando en los espejos,
doliendo llenito el corazón de su mano
y más.
Ella jamás preguntó por la equivocación
tartamuda del gramático
y los silencios de las arribas del cielo
presagio fueron de que Juliana deviniera
una monja mínima y secreta y blanca.
Aquella mañana debimos ver estallado en humo
blanco al colibrí posado en la cabeza de su madre.
Plumas quedaron prendidas del follaje
lágrimas hubo en el escalofrío de su fuga.
Esa mañana las nubes no pudieron llevársela entera.
Hay asuntos suyos, como sus ojos, que siguen aquí.
Y sus pianísimas manos cruzan a veces las ventanas.
Esto sucedió como digo, en el invierno de 1990.
Hasta ahora Dios no ha respondido a nuestra queja.
ESTEBAN PEICOVICH
Poema incluido en el libro La bañera azul (Libertarias / Prodhufi; Madrid, 1994).
Imagen: libertadorhoy.com.ar
Un poema:
LA CREMACIÓN
En el invierno de 1990
Dios cometió un error de sintaxis.
Deshizo de un soplo la tierra llamada Juliana
y a la flor que ella era le apagó
su júbilo en el centro.
De pájaro en pájaro, desatada del aire,
milagro parecía entrando en los espejos,
doliendo llenito el corazón de su mano
y más.
Ella jamás preguntó por la equivocación
tartamuda del gramático
y los silencios de las arribas del cielo
presagio fueron de que Juliana deviniera
una monja mínima y secreta y blanca.
Aquella mañana debimos ver estallado en humo
blanco al colibrí posado en la cabeza de su madre.
Plumas quedaron prendidas del follaje
lágrimas hubo en el escalofrío de su fuga.
Esa mañana las nubes no pudieron llevársela entera.
Hay asuntos suyos, como sus ojos, que siguen aquí.
Y sus pianísimas manos cruzan a veces las ventanas.
Esto sucedió como digo, en el invierno de 1990.
Hasta ahora Dios no ha respondido a nuestra queja.
ESTEBAN PEICOVICH
Poema incluido en el libro La bañera azul (Libertarias / Prodhufi; Madrid, 1994).
Imagen: libertadorhoy.com.ar
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