Nació en Madrid en 1967. Ha recibido diversos premios y menciones, entre ellos: el XVI Premio de Narrativa Villa de El Escorial o el 1er Premio "Una imagen en mil palabras" del año 2007. Ha publicado una decena de relatos en otras tantas antologías. Colabora con las revistas literarias: "Color Albero" y "Al otro lado del espejo". En julio de 2008 publicó su primera colección de relatos en un libro titulado "Nieve de La Habana" http://www.lulu.com/content/2114856.
En la actualidad asiste a los cursos de narrativa del Centro de Poesía José Hierro de Getafe y acaba de concluir su primera novela breve que llevará por título "Encanto y desencanto de un hombre sin gracia".
Andrés y yo solemos encontrarnos en ese espacio en el que él sale y yo entro, en el que no estamos a la vez pero habitamos los dos. Un lujo compartir 'habitación'.
Un cuento:
Y tú estabas allí
Hablo de la infancia. Del patio del colegio. De los chicos que me apartaban porque nunca supe jugar ni al balón, ni a la guerra. De Milagritos, de Maruchi, que querían que fuera su doctor mientras los demás pensaban que era el enfermo. Hablo de Don Marcelo: los niños con los niños y las niñas con las niñas, eso decía. Hablo de Papá y de Mamá, que a veces fruncían el ceño porque yo no era el que ellos esperaban. Tú ya estabas allí, princesa, lo notaba, pero nunca aparecías reflejada en el espejo.
Que adolescencia tan fea. Hablo del instituto. Del primer beso, ese que me supo amargo. Pobre Susana, era tan dulce... Hablo de Miguel, el jefe de la tribu. Él no te quería a su lado. Nos humillaba. Los chicos se reían para agradar a Miguel. Las chicas se reían para agradar a los chicos. Los chicos con las chicas, las chicas con los chicos; se equivocaba Don Marcelo, y tú y yo expulsados de la tribu. Hablo de cuando llegábamos a casa llorando y Mamá me secaba las lágrimas. A ti no, sabía que estabas allí pero no aceptaba tu presencia. Papa nos daba la espalda y se preguntaba qué era lo que había hecho mal, a él siempre le ha costado encontrar respuestas. ¡Qué adolescencia tan cruel, princesa! ¿Por qué nunca aparecías reflejada en el espejo?
Hoy sólo hablo de ti, yo ya no estoy. Me apartaste de tu lado pero no te lo reprocho, siempre quise marcharme. Hablo del hombre que te besa cada mañana desde hace un tiempo. Él se alegra de mi ausencia. Nunca se quejó, pero sé que mi sombra le incomodaba. Hablo de Papá y de Mamá, que aún no lo entienden, pero al fin te respetan. De Milagritos y Maruchi, que enfermaron de amores y te quieren por doctora. De Don Marcelo, que cumplió años y ganó en cordura: Los niños y las niñas, las viejas y los viejos, con quien más les quiera. Ya no se equivoca Don Marcelo. Hablo de Susana, que todavía recuerda aquel beso porque otros le saben amargos. De Miguel, que al verte baja la mirada, abrumado de tanta hembra. Hablo de tu madurez, al fin en calma, el atardecer sosegado. Yo ya no estoy. Me quedé dormido en un quirófano aséptico. Eres tú quien ahora aparece reflejada en el espejo. ¡Al fin tú, princesa!
Hablo de la infancia. Del patio del colegio. De los chicos que me apartaban porque nunca supe jugar ni al balón, ni a la guerra. De Milagritos, de Maruchi, que querían que fuera su doctor mientras los demás pensaban que era el enfermo. Hablo de Don Marcelo: los niños con los niños y las niñas con las niñas, eso decía. Hablo de Papá y de Mamá, que a veces fruncían el ceño porque yo no era el que ellos esperaban. Tú ya estabas allí, princesa, lo notaba, pero nunca aparecías reflejada en el espejo.
Que adolescencia tan fea. Hablo del instituto. Del primer beso, ese que me supo amargo. Pobre Susana, era tan dulce... Hablo de Miguel, el jefe de la tribu. Él no te quería a su lado. Nos humillaba. Los chicos se reían para agradar a Miguel. Las chicas se reían para agradar a los chicos. Los chicos con las chicas, las chicas con los chicos; se equivocaba Don Marcelo, y tú y yo expulsados de la tribu. Hablo de cuando llegábamos a casa llorando y Mamá me secaba las lágrimas. A ti no, sabía que estabas allí pero no aceptaba tu presencia. Papa nos daba la espalda y se preguntaba qué era lo que había hecho mal, a él siempre le ha costado encontrar respuestas. ¡Qué adolescencia tan cruel, princesa! ¿Por qué nunca aparecías reflejada en el espejo?
Hoy sólo hablo de ti, yo ya no estoy. Me apartaste de tu lado pero no te lo reprocho, siempre quise marcharme. Hablo del hombre que te besa cada mañana desde hace un tiempo. Él se alegra de mi ausencia. Nunca se quejó, pero sé que mi sombra le incomodaba. Hablo de Papá y de Mamá, que aún no lo entienden, pero al fin te respetan. De Milagritos y Maruchi, que enfermaron de amores y te quieren por doctora. De Don Marcelo, que cumplió años y ganó en cordura: Los niños y las niñas, las viejas y los viejos, con quien más les quiera. Ya no se equivoca Don Marcelo. Hablo de Susana, que todavía recuerda aquel beso porque otros le saben amargos. De Miguel, que al verte baja la mirada, abrumado de tanta hembra. Hablo de tu madurez, al fin en calma, el atardecer sosegado. Yo ya no estoy. Me quedé dormido en un quirófano aséptico. Eres tú quien ahora aparece reflejada en el espejo. ¡Al fin tú, princesa!
Noviembre 2008
Andrés Portillo
Datos y texto facilitado por el autor:
3 comentarios :
Gracias Ada por ponerme en tu estante al lado de tanto talento. Vaya, que has conseguido que me ponga colorado.
PD: el lujo es del que yo disfruto al haberte conocido
Besos
Vaya, Ada, tu blog es un descubrimiento. Tienes post muy interesantes. En cuanto a Portillo, leñe, me has despertado las ganas de leerlo. Por lo pronto, tiene un gusto exquisito para poner título a sus libros.
Un abarzo.
Andrés, tú también mereces estar aquí, cada uno tiene un talento y el tuyo no desmerece este estante.
Nos vemos.
Besos.
Marta María, sí Andrés será un gran descubrimiento, no lo dudes, date una vuelta por su blog a modo de aperitivo y saldrás con un fuerte atracon, pero te sentará de maravilla.
Por cierto tu blog tampoco está nada mal.
Besos.
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