Jesús Munárriz (San Sebastián, 1940) es poeta, traductor y editor. Ha traducido, entre otros, libros de Heinrich Heine, Rainer Maria Rilke, Friedrich Hölderlin, Paul Celan, Fernando Pessoa, Oscar Wilde, Marcel Schwob, Yves Bonnefoy, etc. Es autor de muchos poemarios: Viajes y estancias, Esos tus ojos, Camino de la voz, Otros labios me sueñan, De lo real y su análisis, Corazón independiente, etc. Dirige, desde hace más de treinta años, la prestigiosa editorial Hiperión.
Un poema:
YO NACÍ EN EL CUARENTA
En los años cuarenta de este siglo que acaba
no mejor que empezó
con sus dos equis
siempre sin resolver
la humanidad se asesinaba en grandes dosis
e inventaba artilugios y sistemas
que incrementaran su capacidad
de arrase y exterminio
geométricamente
con gran éxito.
Decenas de millones de muertos confirmaron
los avances de la tecnología
-veinte siglos de civilización
sirven de mucho-
y reavivaron las economías
de sus abanderadas madres patrias
y hasta del tercer mundo
de rebote.
Y ganaron los buenos
como siempre.
En los años cuarenta
cuando los de mi edad éramos niños
en España
fuimos todos católicofranquistas
por decreto y muy en especial
los hijos de los rojos
y de republicanos y de ateos
huidos depurados o enterrados.
Se nos amaestraba a tal efecto.
Educadores eran
unos curiosos boy-scouts fascistas
los txapelgorriak de calzón corto
y serio azul mahón
y curas muchos curas
y frailes muchos frailes
y monjas muchas monjas
y las autoridades
de todo tipo y uniforme
y el miedo en general.
Algunos pese a todo
pocos
afortunados
ni alzamos nunca el brazo
ni cantamos el himno
cara al sol de justicia
ni desfilamos nunca
ni vestimos de azul
pero eso sí cantamos
en latín cantamos en romance
las glorias de la corte celestial
desfilamos
en lentas procesiones
con flores a maría
con velas a porfía
y confesamos
y comulgamos los primeros viernes
rezamos de rodillas
cumplimos penitencias
y monaguilleamos roquetes e incensarios
cíngulos y navetas
vinajeras y cálices
sacristías y hostias.
Con las primeras pajas
y las primeras novias
y los primeros libros
prohibidos
nos volvimos ateos
y nos pareció el mundo algo más habitable
lejos de las sotanas
y de los uniformes.
Y nos hicimos revolucionarios.
Cuatro gatos
y pardos.
Y consistía
la revolución
en reunirnos misteriosamente
dándonos nombres falsos
en redactar extraños documentos
de difusión dudosa
en leer a los clásicos
-el ebreuccio tedesco y sus discípulos-
en infiltrarnos subrepticiamente
en organizaciones
estatales legales sindicales
en realizar grafitti en blanco y negro
y en ciertas ocasiones
agruparnos en calles previamente anunciadas
para darnos el gusto de correr
delante de los cuernos
de grises policías de palo y tente tieso
-los destripaterrones reciclados
para ordenar al público
los muertos de hambre con la panza llena
porra gorra y mazmorra.
Nosotros
señoritos
liberaríamos a la clase obrera
derrotaríamos al imperialismo
última fase del capitalismo
tigres con pies de barro
construiríamos
el socialismo.
Todo estaba muy claro.
No minimizo lo que hicimos.
Excesivo sería ensalzarlo no obstante.
Las circunstancias eran
más altas
que nosotros.
Navegábamos
en el sentido de la historia o sea
contra viento y marea
a contrapelo
y con encontronazos
así que si acertamos
sólo fue en una cosa
en predecir que el viejo general
no iba a ser inmortal.
Pero aun así duró una eternidad.
Luego vino la historia
de después de la historia
ésta que un nipoamericano dice
que ha llegado al the end
o sea
lo que pasa.
El currículum lutae les ha servido a algunos
para saborear las mieles del poder
-también la miel con erre-
a otros para triunfar en las pantallas
en los papeles en los hemiciclos
en los burdeles oficiales.
Otros los menos listos los más los menos válidos
para el afane y la cucaña
rompimos el carnet
de excombatientes
y nos incorporamos a la vida.
Sin la excusa de dios
y sin la excusa de la revolución
no elegir la rapiña y el cinismo
resulta más difícil
pero tiene más mérito
alegra más el cuerpo
y yo estoy convencido
de que aclara el espíritu
y aviva el corazón.
De aquí a cien años dicen
todos calvos.
Que al menos
el recuerdo que deje
lo que fuimos
los que vengan lo adopten
lo hagan suyo
y siga incorruptible
en sus adentros.
JESÚS MUNÁRRIZ Poema incluido en el libro Corazón independiente (Ediciones Hiperión; Madrid)
Un poema:
YO NACÍ EN EL CUARENTA
En los años cuarenta de este siglo que acaba
no mejor que empezó
con sus dos equis
siempre sin resolver
la humanidad se asesinaba en grandes dosis
e inventaba artilugios y sistemas
que incrementaran su capacidad
de arrase y exterminio
geométricamente
con gran éxito.
Decenas de millones de muertos confirmaron
los avances de la tecnología
-veinte siglos de civilización
sirven de mucho-
y reavivaron las economías
de sus abanderadas madres patrias
y hasta del tercer mundo
de rebote.
Y ganaron los buenos
como siempre.
En los años cuarenta
cuando los de mi edad éramos niños
en España
fuimos todos católicofranquistas
por decreto y muy en especial
los hijos de los rojos
y de republicanos y de ateos
huidos depurados o enterrados.
Se nos amaestraba a tal efecto.
Educadores eran
unos curiosos boy-scouts fascistas
los txapelgorriak de calzón corto
y serio azul mahón
y curas muchos curas
y frailes muchos frailes
y monjas muchas monjas
y las autoridades
de todo tipo y uniforme
y el miedo en general.
Algunos pese a todo
pocos
afortunados
ni alzamos nunca el brazo
ni cantamos el himno
cara al sol de justicia
ni desfilamos nunca
ni vestimos de azul
pero eso sí cantamos
en latín cantamos en romance
las glorias de la corte celestial
desfilamos
en lentas procesiones
con flores a maría
con velas a porfía
y confesamos
y comulgamos los primeros viernes
rezamos de rodillas
cumplimos penitencias
y monaguilleamos roquetes e incensarios
cíngulos y navetas
vinajeras y cálices
sacristías y hostias.
Con las primeras pajas
y las primeras novias
y los primeros libros
prohibidos
nos volvimos ateos
y nos pareció el mundo algo más habitable
lejos de las sotanas
y de los uniformes.
Y nos hicimos revolucionarios.
Cuatro gatos
y pardos.
Y consistía
la revolución
en reunirnos misteriosamente
dándonos nombres falsos
en redactar extraños documentos
de difusión dudosa
en leer a los clásicos
-el ebreuccio tedesco y sus discípulos-
en infiltrarnos subrepticiamente
en organizaciones
estatales legales sindicales
en realizar grafitti en blanco y negro
y en ciertas ocasiones
agruparnos en calles previamente anunciadas
para darnos el gusto de correr
delante de los cuernos
de grises policías de palo y tente tieso
-los destripaterrones reciclados
para ordenar al público
los muertos de hambre con la panza llena
porra gorra y mazmorra.
Nosotros
señoritos
liberaríamos a la clase obrera
derrotaríamos al imperialismo
última fase del capitalismo
tigres con pies de barro
construiríamos
el socialismo.
Todo estaba muy claro.
No minimizo lo que hicimos.
Excesivo sería ensalzarlo no obstante.
Las circunstancias eran
más altas
que nosotros.
Navegábamos
en el sentido de la historia o sea
contra viento y marea
a contrapelo
y con encontronazos
así que si acertamos
sólo fue en una cosa
en predecir que el viejo general
no iba a ser inmortal.
Pero aun así duró una eternidad.
Luego vino la historia
de después de la historia
ésta que un nipoamericano dice
que ha llegado al the end
o sea
lo que pasa.
El currículum lutae les ha servido a algunos
para saborear las mieles del poder
-también la miel con erre-
a otros para triunfar en las pantallas
en los papeles en los hemiciclos
en los burdeles oficiales.
Otros los menos listos los más los menos válidos
para el afane y la cucaña
rompimos el carnet
de excombatientes
y nos incorporamos a la vida.
Sin la excusa de dios
y sin la excusa de la revolución
no elegir la rapiña y el cinismo
resulta más difícil
pero tiene más mérito
alegra más el cuerpo
y yo estoy convencido
de que aclara el espíritu
y aviva el corazón.
De aquí a cien años dicen
todos calvos.
Que al menos
el recuerdo que deje
lo que fuimos
los que vengan lo adopten
lo hagan suyo
y siga incorruptible
en sus adentros.
JESÚS MUNÁRRIZ Poema incluido en el libro Corazón independiente (Ediciones Hiperión; Madrid)
Imagen: Ih3.gght.com
2 comentarios :
Yo nací 14 años después y, ya más descafeinado, viví lo que cuenta Munárriz en sus versos, sobre todo muchas profesiones y flores a María, y que me enseñaran las monjas, con 5 años, las vocales cantando, una de ellas terrible que yo hacía como que cantaba, por si acaso:
i, i, i yo me quisiera morir,
antes que manchar mi alma,
y ofender a Jesusín...
i, i, i, yo me quisiera morir.
La España negra, que no es leyenda, que la hemos vivido muchos, sobre todo en esos pueblos pequeños donde las autoridades iban bajo palio y cara al sol con la camisa nueva.
Uff, vaya recuerdos.
Un abrazo, Ada
Tesa, creo que Munárriz hace un poema-crónica acertadísima de lo que ciertos años supusieron en nuestra vida y de cómo la condicionaron física, intelectual y espiritualmente, y no sólo por lo que se vivía aquí sino por lo que ocurría en otras partes del mundo y nos influenciaba.
Hay un verso en el poema que lo dice todo: "Se nos amaestraba a tal efecto."
Todo el poema va hilando la visión de "crecer" con el aprendizaje y la madurez en las ideas fuera ya de dogmas e imposiciones. Es cuando se empieza a navegar "contra viento y marea" y otros, "los que vengan", respiran su esencia.
Otro beso para ti.
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