abril 25, 2009

FERNANDO PESSOA

Fernando Pessoa (Lisboa, 13 de junio de 1888 – 30 de noviembre de 1935) es el más prestigioso de los escritores portugueses del siglo XX. Vivió una parte de su infancia y juventud en África del Sur. Astrólogo, médium, traductor, redactó una obra muy variada que atribuyó a diversos heterónimos (Ricardo Reis, Alberto Caeiro, Bernardo Soares, Álvaro de Campos).

Seis fragmentos de su Libro del desasosiego:

21
Al final de este día queda lo que quedó de ayer y quedará de mañana: el ansia insaciable e innúmera de ser siempre el mismo y otro.

57
Me sentí inquieto ya. De repente, el silencio había dejado de respirar.
Súbitamente, de acero, un día infinito se astilló. Me agaché, animal, contra la mesa, con las manos garras inútiles encima del tablero liso. Una luz sin alma entró en los rincones y en las almas, y un sonido de montaña próxima se precipitó de lo alto, rasgando con un grito el velo duro del abismo. Se paró mi corazón. Me latió la garganta. Mi conciencia sólo vio un borrón de tinta en un papel.

113
La vulgaridad es un hogar. Lo cotidiano es maternal. Después de una incursión prolija en la gran poesía, hacia los montes de aspiración sublime, hacia los peñascos de lo trascendente y de lo oculto, sabe mejor que bien, sabe a cuanto es cálido en la vida, regresar al albergue donde ríen los necios felices, beber con ellos, necio también, como Dios nos ha hecho, contento del universo que nos ha sido dado y dejando lo demás a los que escalan montañas para no hacer nada allí en lo alto.
Nada me conmueve que se diga, de un hombre al que tengo por loco o necio, que supera a un hombre vulgar en muchos casos y éxitos de la vida. Los epilépticos son, durante el ataque, fortísimos; los paranoicos raciocinan como pocos hombres normales consiguen discurrir; los delirantes con manía religiosa reúnen multitudes de creyentes como pocos (si alguno hay) demagogos las reúnen, y con una fuerza íntima que éstos no logran transmitir a sus secuaces. Y todo esto no prueba sino que la locura es locura. Prefiero la derrota con el conocimiento de la belleza de las flores a la victoria en medio de los desiertos, llena de la ceguera del alma a solas con su nulidad apartada.
Qué de veces el propio sueño fútil me deja un horror a la vida interior, una náusea física de los misticismos y las contemplaciones. Con qué prisa me alejo corriendo de casa, donde así he soñado, hacia la oficina; y veo la cara de Moreira como si por fin arribase a puerto. Considerándolo bien todo, prefiero a Moreira al mundo astral; prefiero la realidad a la verdad; prefiero la vida, vamos, al Dios que la ha creado. Así me las ha dado, así la viviré. Sueño porque sueño, pero no sufro el mal propio de dar a los sueños otro valor que el de ser mi teatro íntimo, como no doy al vino, del que todavía no me abstengo, el nombre de alimento o de necesidad de la vida.

116
Me levanto de la silla con un esfuerzo monstruoso, pero tengo la impresión de que me la llevo conmigo, y que es más pesada, porque es la silla de la subjetividad.

184
Un quietismo estético de la vida, mediante el cual consigamos que los insultos y las humillaciones, que la vida es y los vivientes nos infligen, no lleguen a más que una periferia despreciable de la sensibilidad, al remoto exterior del alma consciente.

341
Por escalones de sueños y cansancios míos baja de tu irrealidad, baja y ven a sustituir al mundo.

FERNANDO PESSOA

Traducción: Ángel Crespo.
Fragmentos extraídos de su obra Libro del desasosiego (Seix Barral; Barcelona, 1984).


Foto: http://www.eu2007.pt/

No hay comentarios :