abril 01, 2009

FILOSOFÍA DE LA MINUCIA, DE J. JORGE SÁNCHEZ

FILOSOFÍA DE LA MINUCIAJ.JORGE SÁNCHEZ

Bartleby Editores
Por Esteban Gutiérrez Gómez
Cuando una propuesta poética (y literaria, en general) va más allá del texto que presenta, se convierte en un juego para el lector. El lector puede aceptar o no el juego. Si lo acepta, deberá intentar conocer las reglas del juego y poner la mente en barbecho, porque todo puede ocurrir.
Me encantan estas propuestas poéticas, pero necesito encontrar el tiempo y el lugar adecuado para enfrentarme a ellas, para entrar en el laberinto y pulsar las claves que me lleven a descubrir todos los mensajes que el autor me quiere trasmitir.

Qué puedo decir de un libro que contiene decenas de voces de mujer y está escrito por un hombre; de un libro en el que cada una de sus poesías está titulada con el nombre de una obra filosófica de un determinado pensador, y que el contendido de las misma comulga (o contradice) esa visión filosófica de la vida; de un libro que aunando filosofía y poesía, muestra la verdad de la mujer de hoy; de un libro que va más allá de la propuesta literaria para intentar forjar una revolución moral y educacional que cambie la concepción actual del rol de la mujer “moderna”.

Puedo decir maravillas, puedo decir que he tardado mucho en desentrañar sus misterios, que he acudido una y otra vez a la Wiki para alumbrar mis escasos conocimientos filosóficos, y que, después, conocida la teoría, la satisfacción del descubrimiento ha sido enorme.
Puedo decir que, por paradójico que parezca, a veces es necesario que un hombre escriba desde el punto de vista de una mujer para decir lo que una mujer jamás diría del mundo que la rodea o del hombre con el que convive. Porque esta Filosofía de la Minucia, de J. Jorge Sánchez, es una disección de la mujer de hoy, de esa mujer trabajadora que llega a casa para seguir trabajando, de esa mujer timorata por temores telúricos inculcados desde la infancia, de esa mujer-dios que ordena en su casa el caos del mundo que la rodea, de esa mujer solitaria aún contando con familia, con hijos y marido que nunca se ponen en su lugar; de esa mujer sometida por obligaciones familiares fruto de costumbres ancestrales.

J. Jorge Sánchez nos muestra una realidad que todos conocemos, fundamenta esa realidad en herencias asumidas con comodidad por el, hasta ahora (¿hasta ahora?) sexo dominante (ver poemas “Diálogos: La República”, de Platón, “Confesiones”, de San Agustín; o “Fenomenología del espíritu”, de Hegel), y propone una nueva moral (como en “Fundamentación de la metafísica de las costumbres”, de Hegel), perder el miedo al cambio (“Investigaciones sobre el entendimiento humano”, de David Hume) y a las costumbres que hacen que incluso las propias mujeres obren contra ellas mismas (“Ética demostrada según el orden geométrico”, de Spinoza), para lograr un nuevo sistema educativo que sea en verdad tolerante e igualitario (“Emilio”, de Rousseau).

Este es el verdadero alcance de esta propuesta poética, pese a los miedos del autor de que todo no sea otra cosa que poesía, simple poesía, que, como la filosofía, no sirvan en verdad para cambiar nada, ni el mundo, ni la realidad diaria de la mujer (“Teoría de la acción comunicativa”, de Habermas, o “La filosofía y el espejo de la naturaleza”, de Richard Rorty) y bascule, a veces, entre la desesperanza de una situación asumida (“El principio Esperanza”, de Bloch) y la ilusión por el cambio, por una vida mejor (“Teoría estética”, de T.W. Adorno).

No es extraño, conozco a J. Jorge Sánchez, y nunca renunciaría a la íntima convicción de que la injusticia que la mujer de hoy soporta en el llamado primer mundo (y no digamos en el resto) se puede (y se debe) cambiar.

Este es, en resumen, un poemario comprometido, de estudio, en el que las voces de las mujeres representan no sólo una situación individual, sino una injusticia estructural y heredada de generación en generación, que hace al lector cómplice (el lector macho que decía Cortázar), al que acepta su juego, al que busca las cargas de profundidad que esconden cada verso, a ese lector le hace rumiar pensamientos sobre lo que acaba de leer.
Pensar y pensar.
RETÓRICAAristóteles

Cuando me vaya
no vencerás mi determinación con palabras atiborradas de sentido,
plenas, vocablos que colmarás con el vigor de la desesperación.
Seré sorda, inmune al efecto del verbo.

Cuando me vaya
ignoraré las lágrimas que acudirán, relampagueantes,
a la llamada de socorro, maestro de la expresión.
No me indicarán nada.

Cuando me vaya
Dejaré que se desplomen las bellas palabras con las que querrás robar mi voluntad,
estratega de la persuasión.
No levantaré lo abatido.

Cuando me vaya no habrá entimema alguno capaz de disuadirme.

Cuando me vaya no serás más que una sombra muda en el museo.
FUNDAMENTACIÓN DE LA METAFÍSICA DE LAS COSTUMBRESInmanuel Kant

Vas poco al gran Bazar
y cuando lo haces visitas el de Bagdad
retornando sonriente con el justo
alimento de pocos días y un inmenso
fardo de figuras de latón que te han deslumbrado.
No te pido que me traigas sedas,
paños bordados en oro ni telas que me embellezcan
aunque siempre que voy
ni por un instante me olvido de tus caprichos
y las bolsas que hienden mis manos
llevan tesoros más valiosos.
¿Tan difícil es recordar que me gusta el zumo de pomelo?

Está claro que de la Doctrina Ética Elemental
no has leído más que los parágrafos
dedicados a los deberes hacia uno mismo.

LA EVOLUCIÓN CREADORA
Henri Bergson
De pequeña hundía el dedo en la arena
y escribía mi nombre en la línea donde rompían las olas
para ver cuánto persistía.
En el colegio, rompía las puntas de los bolígrafos
para grabar mi nombre en las puertas de los lavabos
y comprobar, cada día, si allí continuaba.
De adolescente, segura de que mi nombre aguantaría un curso completo,
cogía la navaja de mi padre a hurtadillas y rasgaba el tronco de un pino,
inscribiéndome para la eternidad si sorteaba la resina.
En mi juventud, llenaba páginas
que engalanaba con portadas en las que mi nombre
no se amamantaba del título pues tenía vida propia.
En mi primera madurez, el nombre cedió ante la firma
relegándose al subsuelo del que sólo emergía, como una rama nueva,
en el buzón.
En mi madurez plena estampé mi firma en documentos
en los cuales mi nombre se perdía arriba, al inicio,
entre declaraciones, promesas, identificaciones y juramentos.
Ahora no juego con la arena,
en el colegio no queda rastro alguno de los que allí nos herimos,
el bosque de pinos de Llavaneres fue talado y reemplazado por casas,
a mi buzón llegan pocas cartas dirigidas a mí
y la mayoría antecedidas por un gélido “Sra.”
y mis firmas, automáticas, han perdido de vista su origen.
Lo más terrible no es perder el nombre
sino contemplar cómo se va borrando poco a poco, poco a poco.


FILOSOFÍA DE LA MINUCIA
J. JORGE SÁNCHEZ
Bartleby Editores

Poesía de la conciencia, así la siento yo. Si catalogamos los poemas, diría que pertenecen al género lírico en los que el poeta narra, usando una voz femenina, el estado de su alma, impresiones, ideas, los afectos íntimos de su corazón. Cada poema del libro tiene un título en referencia a un filósofo, así encontramos nombres como: Platón, Descartes, Kant, Hegel, Heidegger, Nietzsche, Marx, Freud, Aristóteles... El poemario está escrito en verso libre fuera de rima y métrica. Repleto de imágenes metafóricas ligadas a la vida y ritos cotidianos de mujeres trabajadoras, con hijos, tareas domésticas, cansadas, sin reconocimiento y olvidadas. El poeta utiliza versos largos para crear un ritmo lento y un tono grave en la expresión, así como el empleo repetido del polisíndeton; con ello tenemos la visión de imágenes duras, frías, tristes, amargas, cargadas de esa desposesión en la que la voz femenina va sumergiéndose en el más oscuro realismo de lo que fractura su vida: Desesperanza y olvido.

Ej. DEL MITO AL LOGOS (pág, 15)

De su mano pasé de la sombra del ciruelo y las moras del camino, al mar.
Tierra adentro, el mar era un futuro que se imaginaba entre las piedras,
chupando el hueso de la fruta y anticipando el regreso
en el que acariciar los zarzales con las yemas de los dedos. (...)
El mar.
Y él llegó y me condujo hasta la playa.
Allí, las olas me trajeron versos, frases de sol, imágenes de aceite, (...)
Al partir, los pecados quedan atrás y la rendición parece al alcance,
a pocos metros de la bocana. (...)
Me abandoné a su voluntad y a la paz obsequiada. (...)
Y yo seguí sin ser capaz de recorrer sola
el camino que me devolviera a la superficie
y cuando lo intenté (...)
el peso de los críos y la falta de oxigeno hizo el resto.
En su espalda empecé a leer obscenidades y en la mía se amontonaron las páginas. (...)


La voz femenina se pregunta, si es más importante el trabajo del otro que el suyo, si esas palabras son más sabias que las suyas recluidas al mercado y al cuidado de los hijos.

Algunos poemas contienen una figura de pensamiento (patética) expresa sentimientos con interrogantes, incluyendo la anáfora, sin esperar respuesta.

Ej. DIÁLOGOS: LA REPÚBLICA, Platón (pág, 20)

(...) ¿Crees que es justo que proclames que nada puede haber más frustrante
que explicar la “deducción trascendental de las categorías” y no ser entendido
mientras que impermeabilizas el tímpano para que mi rabia ni siquiera llegue a no ser entendida? (...)
¿Crees que es justo que en ese desequilibrio entre alma y cuerpo
te ampares para lamentarte y tapar mi gemido? (...)
¿Crees que es justo que me pidas otro hijo y
sonrías diciendo que dos cesáreas consecutivas no son nada? (...)
¿Crees de verdad que es justo? ¿Lo crees?
¿O me contestarás que la justicia no es un valor absoluto
y que depende de las circunstancias?
No me extraña que detestes a Platón. No eres más que un Calicles vulgar y corriente.
Ej. EL CAPITAL, Karl Marx (pág, 40)

Qué no daría por disponer del tiempo suficiente
para solidificar los ríos de palabras.
Qué no daría por poder envolverme
en cuartillas y escribir y rescribir.
Qué no daría porque la plusvalía
que me adelgaza el alma
fuera pura batalla de la lengua.
Daría cualquier cosa por mi fetiche aterciopelado.
Utiliza más veces la anáfora en forma de optación (manifestación de un deseo). La fuerza que aspira llegar a conseguir, la voz, para la aventura del gran paso, sin marcha atrás.

Ej. RETÓRICA, Aristóteles. (pág, 22)

Cuando me vaya
no vencerás mi determinación con palabras atiborradas de sentido, (...)
Cuando me vaya
ignoraré las lágrimas que acudirán, relampagueantes, (...)
Cuando me vaya
dejaré que se desplomen las bellas palabras con las que querrás robar mi voluntad, (...)
Cuando me vaya no serás más que una sombra muda en el museo.


Los deseos siguen apareciendo.

Ej. MEDITACIONES METAFÍSICAS, René Descartes (pág, 25)
Quisiera que por la noche
una vela a mis espaldas
suspirara (...)
No quisiera mecerme, (...)
entre el sueño y la vigilia (...)
No quisiera que
la única reflexión
de la que sea capaz
fuera la enumeración caótica
de las minucias por hacer.
No quisiera
compadecerme (...)
Quisiera que me dejarás en paz.

En otros poemas aparecen versos con paradoja, reúne en una misma frase dos pensamientos que parecen irreconocibles.

Ejs. CONFESIONES, Agustín de Hipona (pág, 23)

(...) No puede amarse a quién nunca se irá.

INVESTIGACIONES LÓGICAS, Edmund Husserl (pág, 44)

(...) Y si de la nada puede nacer algo (...)
También vemos la enumeración, figura de pensamiento descriptivo, en la que además inserta un paralelismo al final de las estrofas.

Ej. PSICOPATOLOGÍA DE LA VIDA COTIDIANA, Sigmund Freud (pág, 51)

en el centro, pantalones y camisas,
según la clase de tejido y dentro de ésta según su color
partiendo de las tonalidades más claras hasta llegar a las más oscuras;
a la derecha, camisetas, calzoncillos y calcetines,
según la clase de tejido y dentro de ésta según su color
partiendo de las tonalidades más claras hasta llegar a las más oscuras.(...)


Este paralelismo, que se repite en todo el poema, es a su vez un epifonema del estado de ánimo, la decepción, el vacío, el rechazo. Nos lo muestra a través del tejido, el color y, sobre todo, la tonalidad.

Esa voz monologando mana de pensamientos de abandono, angustiosos, llenos de dolor y de infinita paciencia. La pregunta queda en la elipsis, ¿para qué? ¿para quién? ¿por qué?

Ej. CRÍTICA DE LA RAZÓN PRÁCTICA, Inmanuel Kant (pág, 35)

Como el anciano Atlas
yo también sostengo con mi cuerpo
un mundo impidiendo que, sin fundamento,
se desplome en caída libre hacia el vacío abisal. (...)
Y como Atlas
únicamente yo cargo con el deber de conservar
el planeta en su lugar.
Toda responsabilidad, es una condena. (...)
Vamos acercándonos a una mujer vencida en ocasiones por la desconfianza en la pareja, por la monotonía en las relaciones, decepciones; cansancio de esperar algo, sin tener la imagen nítida, que aparece caduco.

Ej. INVESTIGACIONES LÓGICAS, Edmund Husserel (pág, 44)

(...) Y en el principio,
como siempre,
estuvo el signo, el indicio,
el suplantador que está en lugar de otro, (...)
Los cambios en el rostro,
la compra de una chaqueta que apartaba sus azules y grises,
un libro de poesía del que ayer no tenía noticia (...)
La señal inicial despertó la atención (...)
¿Y si no hubiera nada tras las apariencias?(...)
¿Y si él es todo apariencia? (...)
¿tiene sentido hallar una carta
oculta en una carpeta de notas para tu curso (...)?
Te he hablado claro y me contestas
que son imaginaciones mías,
fantasías de caimán hambriento (...)
No preciso contrastar lo percibido con lo real. (...)
el único que vive en la alucinación es él.
Acuden a su encuentro los pobladores de sueños, los lengüetazos de pasado que habitan un bello lugar del que no se quiere volver. Llenar una maleta de objetivos cumplidos y no la enumeración de planes frustrados. Contemplar desde el paso de los años cómo se ha ido perdiendo todo. Ella sólo quería vivir, vivir siendo ella. Frustracción.

Ej. LA EVOLUCIÓN CREADORA, Henri Bergson (pág, 49)

De pequeña hundía el dedo en la arena
y escribía mi nombre donde rompían las olas
para ver cuanto persistía. (...)
En mi juventud, llenaba páginas
que engalanaba con portadas en las que mi nombre
no se amamantaba del título pues tenía vida propia. (...)
En mi madurez plena estampé mi firma en documentos
en los cuales mi nombre se perdía arriba, al inicio,
entre declaraciones, promesas, identificaciones y documentos.
Ahora no juego con la arena, (...)
y mis firmas, automáticas, han perdido de vista su origen.
Lo más terrible no es perder el nombre
si no contemplar cómo se va borrando poco a poco, poco a poco.
El gran miedo al paso del tiempo y como éste lacera un cuerpo, lo cambia hasta el extremo de no ser reconocido. Ese marchar de la juventud, la llegada de la madurez como un puente hacia la vejez. Lo que se tuvo, lo que se pierde. Una mudanza.

Ej. DISCURSO ACERCA DE LAS PASIONES DEL AMOR, Blaise Pascal (pág, 28)

Lo sé.
Sé que mi cuerpo ya no está en su apogeo
que su órbita ha dejado atrás el Sol
encaminándose imparable hacia Plutón,
su destino entrópico.
Mis pechos se alejan, mi vientre
obedece a la ley de la doblez
y los canales de Marte se marcan en mis piernas. (...)
Aparición de miedos, rencores, obsesiones atribuidas a los hijos, a veces sin darse cuenta, sin asimilar que ellos son seres íntegros, carentes de todo lo que a nosotros nos apesadumbra. Son nuestras dificultades no las suyas.

Ej. FENOMENOLOGÍA DEL ESPÍRITU , G. W. F. HEGEL (pág, 37)

(...) cuando tras la cortina que cubre la verdad de las cosas
nos encontramos a nosotros mismos allí, agazapados.
Tras la fobia de Cristina sólo está la de su madre, cuidadosamente disimulada.
En las rutinas de cada día se pierde la fe del cambio, se cierran puertas y los propósitos se van deshilvanando, se malgasta la fuerza. Lo que se abandona al margen es nuestra verdad, la que nos hace libres. Ese margen es la frontera, el muro que separa del otro lado.

Ej. MÁRGENES DE LA FILOSOFÍA, Jacques Derrida (pág, 65)

La plancha es un instrumento de tortura sublime. (...)
Más la eficacia de su capacidad de infligir sufrimiento
es más metafísica que física: es su promesa la que daña. (...)
promete proporcionar una superficie lisa (...)
sin embargo (...)
se desprende del antifaz.(...)
te repite que la paciencia, el cuidado y la perseverancia (...)
son los márgenes, las notas al pie de página, (...)
en ese momento brotan los efectos dolorosos del martirio:
cuando compruebas que la sábana no se ajusta (...)
te apercibes de que en el margen estaba la verdad.

Los eufemismos, esa forma benévola de contar un hecho desagradable, se repiten en varios poemas.

Ej. ASÍ HABLO ZARATHUSTRA, Friedrich Nietzsche (pág, 42)

Lleva desde las nueve de la mañana sentado ante el ordenador.(...)
Escribe un libro para demostrar que Nietzsche tiene más en común con Kant
de lo que más comúnmente se cree: el danzarín es una reproducción del ilustrado; (...)
Él no se cansa de leer a Nietzsche, de hablar sobre él y profesar su fe.
Baila en la cuerda floja, dice estar más allá del bien y del mal (...)
Es mediodía, los críos están inquietos (...)
“Salid vosotros (...) ahora no puedo dejarlo”
Así habló.
En el parque no se oye a Zarathustra pero el nuevo amanecer ha tenido lugar una vez
más.

Opinión personal:
Este poemario tiene como referente a “cualquier mujer”, en el que cualquier mujer se siente reflejada. La voz que se esconde a través de los versos va descosiendo las costuras de sus frustraciones, de sus proyectos aparcados, de su amor a los demás no correspondido en ocasiones, ni valorado en muchas otras, de lo que la levanta y la hace caer, de la resistencia que lucha cada día en ella para no desaparecer, ni abandonar.
Los despojos la habitan. Los sueños y los deseos están adormecidos, pero los mantiene vivos y la hacen batallar en el dolor, el desamor, la apatía, la violencia... Ella, pequeña, se recompone una vez más buscando la línea que existe más allá de su horizonte, no puede verla, no la alcanza, pero se impulsa por llegar al punto en el que cielo y tierra se unen como fin a la desazón de sus anhelos, a la miseria que la posee. Una mujer rota y descompuesta que en su fuero interno no se doblega, que no quiere permanecer en una sombra que no protege, sino que aprisiona.
Poemas que transmiten fuerza para afrontar los males, las minucias que encadenan a las mujeres.

Os dejo con un poema que para mí tiene una connotación especial

TEORÍA ESTÉTICA, Theodor W. Adorno (pág, 64)

En el otoño que ya habla en las nubes
suelo recordar las palabras de un querido poeta:
el otoño “es el lenguaje del yo hacia su pérdida”.
Es entonces cuando más necesito
el aliento de una vida mejor
para no dejarme arrastrar hacia mi desaparición.
Por eso acostumbro a comprar plantas
muchas de las cuales no sobrevivirán al invierno
y al mirarlas de soslayo o regarlas rápidamente
recordar que tengo palabras
y que “vida” y “mejor” se encuentran entre ellas.











4 comentarios :

J. Jorge dijo...

No puedo evitar ruborizarme ante el esfuerzo y la dedicación que le habéis concedido a este texto. Mi más sincera gratitud por ello.

Luisa dijo...

Enhorabuena por el trabajo que habéis realizado. Se nota el buen hacer. J.Jorge Sánchez ha sabido templar muy bien el ritmo en sus versos. Tienen el poso de la filosofía de los grandes, mezclado con la voz de millones de mujeres. Porque hay muchas en una. Sería éste, un poemario al que acudir cuando las cuentas no me cuadren y me lleguen hasta el cuello los sueños rotos. Estupendo tu análisis.

Un beso.

SONIA FIDES dijo...

El día que compré el libro pense: "Vaya por fin algo interesante en las estanterías de la sección de poesía". Entonces sólo había leído la reseña de la editorial. Después leí el libro y tuve la suerte de releerlo(muy mal por cierto) delante de mucha gente. Para mí es un libro imprescindible porque habla de lo que realmente importa en poesía de las cosas mínimas y particulares que saben convertirse en mayúsculas y plurales.

Un abrazo a los tres.

María Jesús Siva dijo...

Jorge, gracias a ti por escribir este maravilloso libro, aunque está lleno de 'cárceles' contiene gran belleza.

Luisa, este es un poemario para acudir siempre, cuando no te cuadren las cuentas y para cuando te cuadren, por ser afortunada.

Sonia, a mí me pareció que la lectura que hiciste del poemario fue perfecta. Totalmente de acuerdo contigo, lo pequeño encierra tanto... lo pequeño es tan, tan grande...

Muchos besos.