Para Clara, que ya sabe soñar y está aprendiendo a volar.
Clara, la otra parte que me habita, le mordería un ojo al Leviatán Astroso para infundir la luz a los poetas rebeldes, condenados a vagar en las tinieblas de los versos que en el desierto beben caminos de seda.
Bucearía a las profundidades marinas, con la serenidad que otorga la recompensa que celebrarán los reos, una vez despojados de las cadenas de la oscuridad. Llegaría hasta la cueva del monstruo ligera, conteniendo el aire de cincuenta horas de inmersión, abanderada por los diez mil versos que cuelgan vistiendo su cuerpo húmedo y que son el impulso sobre el que pivota su deseo.
Y allí, protegida por las palabras convertidas en piedras, en espadas, en bombas atómicas, trepará por la garganta de látigo viscosa, ascenderá por las mandíbulas abiertas con hileras de cien dientes y, agazapada entre las enormes orejas, hincará su boca de la verdad y morderá el ojo cruel, rencoroso, egoísta. Extraerá la luz encarcelada en la esclerótica negra y sucia, sorberá la retina acuosa, brillante, robada a los hijos no queridos. Arrancará el sol de los días clausurado en las pupilas amarillas, destruyendo, para siempre, las cadenas de la sombra.
Clara, la otra parte que me habita, le mordería un ojo al Leviatán Astroso para infundir la luz a los poetas rebeldes, condenados a vagar en las tinieblas de los versos que en el desierto beben caminos de seda.
Bucearía a las profundidades marinas, con la serenidad que otorga la recompensa que celebrarán los reos, una vez despojados de las cadenas de la oscuridad. Llegaría hasta la cueva del monstruo ligera, conteniendo el aire de cincuenta horas de inmersión, abanderada por los diez mil versos que cuelgan vistiendo su cuerpo húmedo y que son el impulso sobre el que pivota su deseo.
Y allí, protegida por las palabras convertidas en piedras, en espadas, en bombas atómicas, trepará por la garganta de látigo viscosa, ascenderá por las mandíbulas abiertas con hileras de cien dientes y, agazapada entre las enormes orejas, hincará su boca de la verdad y morderá el ojo cruel, rencoroso, egoísta. Extraerá la luz encarcelada en la esclerótica negra y sucia, sorberá la retina acuosa, brillante, robada a los hijos no queridos. Arrancará el sol de los días clausurado en las pupilas amarillas, destruyendo, para siempre, las cadenas de la sombra.
Texto: María Jesús Silva
5 comentarios :
Yo no he entendido mucho, las imágenes son un tanto extrañas, pero creo que tu hija sabe perfectamente de lo que va.
Felicidades por tu premio, digo yo que nos tomaremos una cañas cuando vuelvas, no?
Besos, pásalo bien.
Aitana.
uyuyuy, cómo me gusta eso de liberar el mundo a golpes ciclópeos y en favor de los poetas rebeldes.
Las metáforas, todas, además de visuales, son musicales.
Un beso, che
Me parece que Clara no podría tener una mejor maestra para aprender a volar. Sois idénticas en eso de soñar y volar.
Lo de tu premio es estupendo, ya me contarás todos los detalles cuando vuelvas.
Nos vemos.
Esther
Visual, poético, rotundo... Así vuela cualquiera. Genial, Ada y me alegro muchísimo por lo de tu premio. Aunque ayer estaba que no estaba en mi, así que ya me contarás mas despacio.
Besos
Aitana, sí, quizá las imágenes sean un poco surrealistas, ya sabes que soy una retorcida.
Besos.
Baco, es que eso de la liberación saltándose las reglas te va mucho, pero mucho.
Intentaré traer todo tu pedido, aunque es complicado, no prometo nada.
Besos
Esther, ya sabes que yo no soy maestra de nada, ni de nadie, además, Clara, ya vuela sola.
Besos.
Andrés, es cierto que ayer te vi y no te vi, estabas nervioso, eh?, pero te salió perfecto, ya quisiera yo...
Volar no es complicado, lo difícil es encontrar la dirección por la que abrir las alas.
Besos.
Gracias a todos por vuestras felicitaciones, no se merecen, de verdad, no es nada, pero muchas gracias.
Nos encontramos pronto.
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